15. Remedio

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Las garras filosas de Hunter casi tocan a la bruja que de un salto se alejó de Roux.

El ser de vestiduras blancas y amplias parecía reptar en sus dominios, equivando cualquier intento de ataque con facilidad, dejando hileras de garras por donde fuera. Esas garras largas de un color rojizo tan poderosos como el de un lobo.

Roux tenía los ojos muy abiertos, viendo por primera vez la verdadera figura de esos seres llamados Averno, que se movían como entes veloces, con el rostro cubierto por una máscara rústica de un solo ojo en medio, sus colmillos sucios y amarillentos eran amenazantes, asi como el aura inquietante que era insoportable.

—Mierda...

Dalih maldijo, tras levantar la mirada y hallar a mas de esos seres trepados en lo alto, observandolos como presas fáciles y sin escapatoria.

Sten cambió a su forma bestia, incrementando su tamaño e intimidando a esos seres malignos que se lo pensaron, antes de terminar en los colmillos de ese extraño lobo antropomorfo poderoso.

Ambos hechiceros liberaron esa carga de energía mágica, dando a entender que poseían artes similares a las Averno y que darían batalla si los atacaban, del mismo modo, los demas lobos tambien estaban alertas y protegiendose mutuamente.

Uno de esos entes descendió desde lo alto, tocando el suelo levemente como un ave, como si la gravedad no existiera para ella. De ese cuerpo amorfo y fantasmal, ante la vista de los ajenos, cambió su forma mientras esas túnicas largas y viejas tomaban la forma de un vestido blanco que se asentuaba a su nueva figura, con encajes y transparencias solo para atraer. Sus cabellos largos enmarañados se convirtieron en dorados y brillantes, la máscara de un solo ojo cayó al suelo y ante ellos se presentó la Averno superior. Una mujer sumamente hermosa, de hechiceros ojos rosáceos y unos labios pecaminosos que sonreían con una inocencia falsa.

Era como ver un hada, un ángel o una reina de fantasía. Sten no daba crédito, mientras más la veía, más hallaba parecido con Arin, de alguna forma ese demonio estaba tomando la forma de lo que más amaba él. Y a los demás les ocurría algo similar, siendo Casidon el que dió el primer paso, hipnotizado por la mujer mas bella que jamás antes vió, algo lo empujaba hacia ella, pero Dalih le propinó un buen golpe en la boca del estómago que le hizo salir de ese encanto y retorcerse en el suelo de dolor por la bruzquedad.

Para salir vivos, no podían caer en ninguna artimaña sucia, por mas buena que parezca.

Dalih conocía más, probó un poco de las artes que esos demonios dominan y por eso se tomó a la tarea de negociar con ellos. Una mirada hacia las manos rojas y casi en carne viva con garras peligrosas, le hizo cersiorarse que la mujer bella era la líder, el resto no destacaba, y era una fortuna que ella se acercara primero de forma directa.

—Estamos aquí-

—Porque desean ser nuestra cena ¿cierto? —Interrumpió y se burló la bruja.

Dalih tragó saliva, incluso con esa dulce voz, se podía palpar el peligro. Las otras aún reptaban alrededor, esperando solo la señal para acabarlos.

—Buscamos el remedio a una enfermedad. Y sé que ustedes podrían ayudarnos a cambio de un buen trato —Dalih lanzó muy cerca de la bruja, la extremidad infectada del que no consiguieron hallar un remedio.

La Averno levantó ese trozo infectado, la olió e incluso saboreó con la lengua, detectando así una peste extraña y agria.

—No ayudamos a los apestosos lobos... pero podríamos conformarnos con una centena de niños —Ella se burló.

—¡Malditas brujas! —Hunter no se reprimió y soltó aquello con desprecio.

No podían culparlo, los demás pensaban lo mismo. De ninguna manera les entregarían cien niños a cambio del remedio.

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