|Capítulo 1|

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Mi cuerpo golpeó cruelmente contra el duro suelo y podría jurar en nombre de mi madre que escuché una costilla romperse. No tuve ni siquiera tiempo de levantarme y verificarlo cuando unas manos me levantaron por encima de la cabeza de aquel sujeto, solo para dejarme caer de nuevo al suelo.

—Hijo de... —gemí—, perra.

Su cuerpo estaba sobre el mío, y vi su puño venir a mi rostro. No podía esquivarlo, pero sí detenerlo, y lo hice. Tomé su brazo con ambas manos pegándole a mi pecho, moví un poco mis caderas hacia fuera, dándole la facilidad de pasar mi pierna sobre su cabeza y girarlo. Ahora yo estaba arriba de él, o bueno, al menos mis piernas, durante ese pequeño giro no le solté el brazo, que ahora no solo estaba agarrado por mis manos, sino que era abrazado duramente por mis muslos. Pegué mi trasero lo más que pude a su cuerpo e hice palanca con su brazo. Lo solté, satisfecha de escuchar un pequeño crujido y un grito ahogado de mi oponente.

—Pierce fuera —se escuchó el nombre de mi oponente por el altavoz, avisando su derrota.

Dos chicos lo sacaron a rastras, mientras otro salía volando del cuadrilátero y su nombre resonaba en toda la sala. Ya van dos.

Giré sobre mis talones y detuve el puño de otro oponente, tenía que estar alerta y no perder los movimientos de mis enemigos. Tome su puño con una mano mientras que con la otra tomaba su camisa por el cuello y acercaba su cara a mi, dándole un fuerte golpe con la frente haciéndolo tambalearse un par de pasos hacía atrás. Un pequeño rastro de sangre salía de su nariz, pero eso no lo detuvo y se dispuso a atacarme de nuevo. Sin previo aviso otro par de piernas empezaron a golpearlo, recibió una patada en la cintura, seguida de otra en el rostro, haciendo que cayera inconsciente.

—Stone fuera —anunciaron de nuevo por el altavoz.

Mire a mi alrededor y busque mi próximo objetivo, el cual estaba siendo golpeado por dos chicos grandes e idénticos.

—Par de bravucones —Les grité y corrí hacia ellos, logrando derribar a uno al taclearlo con mi cuerpo, mientras que al otro le daba un puñetazo duro en el rostro, mandándole un par de metros lejos de nosotros—. Despabila Frater, me decepcionaré si pierdes tan pronto —le dije al chico.

Un par de mechones oscuros se pegaban a su frente por el sudor, tapando un poco sus ojos azul intenso. Nos pusimos espalda con espalda, mezclando nuestro sudor.

—Todavía sigues de pie —respondió—. Creí que ya te habían sacado a patadas de aquí, debilucha.

—Eres un imbécil Ethan —giré y lo empujé con una patada en la espalda, haciendo que saliera del cuadrilátero y cayera al suelo de cara.

—Frater fuera.

Rodo, mirándome con la boca abierta y el ceño fruncido. Su rostro tan expresivo como siempre me dejaba en claro que le había molestado mi acción, después de todo lo deje fuera del combate. De un instante a otro las comisuras de sus labios se curvaron, y sonrió tan abiertamente dejando a la vista sus dientes. Alcé una ceja, y me tomó poco más de medio segundo darme cuenta a que se debía aquello.

Traté de dar la vuelta lo más rápido que pude para detener a aquellos dos sujetos que se acercaban con ferocidad, pero me había distraído, baje la guardia, y eso me costó el combate. Ambos me empujaron con fuerza y salí disparada del cuadrilátero, cayendo varios metros lejos de Ethan, quien ahora estaba soltando carcajadas a más no poder.

—Rainheart fuera.

Ahí estaba, mi nombre por el altavoz, mi derrota.

Rodé sobre mi cuerpo hasta quedar boca arriba y con cada respiro sentía como si mis huesos se quebrasen. Me incorporé despacio hasta sentarme con las piernas cruzadas, observando la batalla campal que se desarrollaba frente a mis ojos. Un par de minutos después solo quedaba uno en pie, el ganador.

Un Reino de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora