|Capítulo 10|

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—Es un hijo de puta

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—Es un hijo de puta.

El sonido de las sábanas arrugadas llenaba la habitación.

—¿Puedes simplemente olvidarlo y dormir? —gruñí, apoyándome sobre mis codos.

Lena estaba recostada sobre sus sábanas, con la mirada perdida en el techo. Soltó un gruñido y se movió inquieta.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila?

—Aiden dijo que le informaría a Jorah. Ellos se encargarán.

—¿Todavía no te dirige la palabra?

Tragué saliva, y las imágenes de aquella noche volvieron a golpearme, una tras otra. Y yo que solo quería dormir.

—Solo han pasado dos días. Le va a tomar más tiempo que eso perdonarme.

Me senté en la cama, pasando mis manos por mi cabello. La culpa aún me carcomía por dentro, aunque la charla con Ethan la había apaciguado en gran medida. Un rastro persistía en mi pecho, en lo más profundo, como si estuviera adherido con un imán gigante.

Unos cuantos cabellos se enredaron en una pequeña esquina de la cinta que se estaba despegando después de haber jugado con ella durante la última media hora. La observé un momento, y pude sentir como una sonrisa se formaba en mis labios.

—Tomaré una ducha —dijo—. Será mejor que estés dormida para cuando salga.

Puse los ojos en blanco y le mostré el dedo medio, ella me regresó el gesto antes de cerrar la puerta del baño. Volví a recostarme, soltando un pesado suspiro y sintiendo cada músculo de mi cuerpo relajarse.

↞ ⚜ ↠

—Cassie —Alguien me hablaba en la oscuridad—. Cassie...

Abrí los ojos, parpadeando varias veces. Una luz deslumbrante me hizo cerrarlos de golpe. Sentí un par de manos que me sacudían por los hombros.

—¡Cassie! —rugió una voz ronca... no, no una voz, sino Jorah—. Abre los ojos, por favor, mi niña. Despierta.

Traté de cerrar el puño, sintiendo todo mi cuerpo adormecido. Un gemido de dolor escapó de mis labios, mezclándose con el zumbido constante que resonaba en mi cabeza. Lentamente, pude notar a través de los párpados como la luz comenzaba a disminuir permitiendome abrir los ojos y enfocar la vista. Jorah estaba sobre mí, su rostro lleno de preocupación. Sus ojos brillaban con lágrimas que amenazaban con caer.

—Tío...Jorah —susurré, mi voz era solo un hilo tambaleante, débil.

—Cassie, mi niña —me tomó en sus brazos y me abrazó con fuerza, pegando su mejilla en mi cabeza, apretando tan fuerte que sentía mis órganos estallar—. Estás a salvo.

Un fuerte olor metálico me azotó la nariz, provocando una oleada de náuseas que me golpeó como un martillo. Empujé a Jorah débilmente, sintiendo un sabor amargo quemar mi garganta y salir de mis labios en un vómito ácido.

Un Reino de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora