|Capítulo 11|

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El frío erizó mi piel y un hormigueo revoltoso me picó la nariz

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El frío erizó mi piel y un hormigueo revoltoso me picó la nariz. Un estornudo inoportuno escapó de mi boca, obligándome a parpadear varias veces antes de abrir los ojos por completo. Mi vista se dirigió a la ventana entreabierta.

—¿En serio, de nuevo? —gruñí, sintiendo cómo la áspera frase raspaba mi garganta. Seca.

Apoyándome en los codos, miré hacia la cama de Lena. Una forma se distinguía bajo las mantas, la ilusión de un cuerpo dormido. Con cautela, me acerqué y rocé la tela suave con mis dedos, solo para encontrar un vacío donde debería estar su cuerpo. Solo eran almohadas, acomodadas de forma engañosa. Ella había vuelto a salir.

Regresé a mi mesita de noche en busca de mi celular. La pantalla se iluminó con un resplandor azulado, y un ligero dolor de cabeza me hizo entrecerrar los ojos.

5:24 am. Domingo por la mañana. Sin entrenamientos, sin deberes, nada más que dormir. Y ella no estaba. Otra vez.

En el último par de noches había conseguido descifrar su patrón. Primero, esperaba a que yo estuviera profundamente dormida. Susurraba mi nombre para comprobar si le respondería. La primera noche lo hice, sin ser consciente de sus planes. Fingió dormir, y después de una hora volvió a asegurarse de que estuviera dormida. Esa vez no dije nada, no respondí, solo guardé silencio y ella decidió salir. Abrió la ventana con cuidado y, con un ágil movimiento, se lanzó al vacío. Lo mismo la noche siguiente, y de nuevo esta noche.

Me quedé mirando la ventana, sopesando la idea de cerrarla por completo. Eso seguramente me delataría, se daría cuenta que desperté y que yo me di cuenta que no estaba aquí. O tal vez podría hacerle creer que solo me levante a cerrar la ventana, que no mire hacía su cama, a donde se supone que ella debería estar.

No. Cerrarla no era una opción. Eso solo la empujaría a confesarme a donde carajos va todas las noches, y quiero que ella decida hacerlo, por voluntad propia, no porque se vea obligada.

Solté un bufido y volví a mi cama, enrollandome en mis cobijas hasta la cabeza y cuando volví a despertar más tarde, Lena ya estaba en su cama, mirando su celular. Le deseé un buen día y me metí a ducharme. La herida en la palma de mi mano ya solo era un pequeño dibujó a lápiz, desgastado, casi invisible. Me vestí rápidamente y fui hasta la cafetería. El aroma a café recién hecho y hot cakes flotaba en todo el lugar, mezclándose en las risas y conversaciones de todos los demás ahí presentes.

Tomé un par de hot cakes y los puse en mi plato, untando un poco de mermelada de zarzamora. Tocino crujiente, huevo revuelto. Me llevé el plato a la nariz, haciendo que su delicioso aroma entrará en cada pequeña parte de mis pulmones y mi ser.

Alcé la mirada, y mis ojos se iluminaron al ver a Ethan acercarse con su bandeja de comida. Su sonrisa radiante era como un faro en la cafetería. Lena estaba a su lado. Una sonrisa fugitiva se escapó de mis labios al observar sus bandejas de comida, tan llenas como las mías.

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⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

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