Capítulo 6

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Esta mañana me desperté rezándole a todos los dioses habidos y por haber, prometiendoles jamás volver a tocar una gota de alcohol. El zumbido en mis oídos era ensordecedor, cada latido de mi cabeza era como un martillo golpeando un yunque. La luz del día me cegaba y la sed me consumía. Con cada paso que daba, mi cerebro se sacudía como una marioneta zarandeada por hilos invisibles. Le dimos cuatro vueltas al instituto, buscando un poco de alivio en el frío gélido

La mayoría de los nosfery viejos eran buenos bebedores, tal vez sea por la longeva edad, o puede que se trate de algún tipo de resistencia debido a la magia, era verdaderamente un enigma. Si bien podía tomar más que un humano o strega para estar borracha, siempre teníamos cruda. Nadie nos quería decir cómo hacían para evitarla, así que solo nos quedaba ser unos estúpidos adolescentes con cruda, una jodida cruda.

—¿Cómo puedes estar tan fresca después de tomar tanto? —balbuceé, sintiendo cómo el mundo daba vueltas.

Wil, los gemelos y yo éramos un desastre, deseando nada más que una cama. Lena, en cambio, estaba radiante, con su sonrisa blanca y sus ojos almendrados llenos de energía.

—Soy mexicana, güey. El alcohol está en mi sangre —respondió con una carcajada. No pude evitar sonreír. Su acento mexicano siempre me resultaba encantador.

Eché un vistazo al tablero. Seguía en el quinto puesto, no estaba mal, pero quería más. Hoy era uno de esos días en los que nos uníamos con el otro grupo para entrenar. A pesar de tener métodos de entrenamiento diferentes, al final siempre nos evaluaban juntos.

El lugar parecía más un campo de batalla en el cual debíamos mostrar de qué estabamos hechos. Nos hacían pelear entre grupos, Una pequeña pelea en el cuadrilátero, uno contra uno, a tres puntos, ya sea haciendo que el oponente salga del cuadrilátero, lo que era lo más común, o poniendo alguna otra regla, como derribar al contrincante. La semana pasada el otro grupo por poco nos ganaba. La mayoría de ellos eran strega, más especializados en la magia, no como nosotros, que preferiamos pelear con nuestros puños y rascarnos con nuestras propias uñas de ser necesario, éramos fuertes y tenaces.

Palpaba la tensión entre los instructores. Era más que una competencia; parecía una batalla personal para demostrar cuál grupo era superior. Lorna Veneto, la líder del otro equipo —y tía segunda de Cherith, de ahí el gran parecido—, era una mujer enigmática. Su mirada afilada y su porte rudo contrastaban con una elegancia sorprendente. Cada vez que ella seleccionaba a sus combatientes, Kendrick, nuestro instructor, se tensaba visiblemente. Su rivalidad era evidente

—Quiero que mi pequeña Aragón pelee contra... —murmuró Lorna, llevándose la punta del dedo a los labios rojos carmesí, como si estuviera saboreando la idea—. Creo que tú eres la indicada, Elena Wesker.

Mierda

Un escalofrío recorrió mi espalda. No me había preparado para esto.

Ambas se miraron fijamente, cada una evaluando a la otra. Lena, con una determinación que brillaba en sus ojos, se acercó al cuadrilátero. Antes de entrar, se detuvo y con un movimiento rápido se hizo una coleta alta, sacudiendo su cabeza para asegurarse de que ningún mechón le molestara durante el combate. Su sonrisa era la de un depredador antes de la caza. Cherith, por su parte, parecía nerviosa, sus hombros tensos y sus ojos buscando cualquier señal de apoyo. Era evidente para todos que la pelea estaba destinada a ser desigual.

Miré a Kendrick, quien esbozó una pequeña sonrisa. Desde la primera semana de entrenamiento Lena se había estado manteniendo entre el primer y segundo lugar, era por mucho la mejor de nuestro equipo, y Cherith, bueno... era cherith, se había mantenido entre el noveno y décimo lugar. No es rival, no es una pelea justa.

Un Reino de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora