Elizabeth se levantó muy temprano el día siguiente. Le gustaba mucho ver el amanecer. Iba a despertar a Luke, pero él dormía plácidamente y decidió no hacerlo.
Salió a caminar al bosque. Siempre que tenía tiempo libre lo hacía, recorría cada parte del bosque, buscando algún indicio de su sueño/profecía.
Inesperadamente, un sátiro apareció frente a ella. Recordaba que su madre los amaba, por lo que la contagió un poco.
―Hola. ―se anunció Elizabeth.
El sátiro casi se cae del susto. ―Perdón, me asustaste.
―Lo siento, no era mi intención.
―Está bien. ¿Eres nueva, no?
―Sí. Me llamo Elizabeth.
―Grover.
―¿Grover? ―preguntó Elizabeth. ―Luke me contó sobre ti, dijo que tú fuiste quien los guio hacía el Campamento. A él, a Annabeth y a.. una tal Thalia.
Grover agachó la cabeza al escuchar el último nombre, el sátiro aún sentía culpa por su "muerte".
―Sí..
―Pues, que valiente de tu parte. ―dijo Elizabeth, tratando de cambiar de tema.
―Gracias. ―contestó el sátiro. ―Okey, yo tengo que irme, pero nos veremos después, supongo.
―Eso me gustaría. ―dijo Elizabeth con una leve sonrisa. Grover la saludó con la mano y se fue.
Elizabeth volvió a prestar atención en el camino y siguió recorriendo el bosque.
Luego de caminar por un buen rato, tranquilamente, se encontró a un señor de cabello rubio y alto, llevaba una camisa mangas largas blanca y unos jeans negros, estaba parado reposando la cabeza en un árbol.
Elizabeth se asustó y sacó su espada, dispuesta a pelear.
―Tranquila, tranquila. No te haré daño. ―dijo el señor, levantando sus manos en señal de rendición.
―¿Quién eres? ―balbuceó la pequeña, asustada.
Al desconocido pareció dolerle que no lo reconociera.
―Vine a verte.
Elizabeth negaba con la cabeza, aún empuñando su espada y muy confundida.
―Soy Apolo. Tu padre.
La pequeña cabeza de Elizabeth acababa de entrar en shock. Tenía una mirada de confusión y asombro, dejó caer la espada al suelo. Ninguna palabra salía de su boca, a pesar de que tenía millones de preguntas para hacerle.
―¿Así que te volviste muy buena en eso, no? ―dijo Apolo, apuntando a el arco y flechas que Elizabeth llevaba. ―Me enorgulleces, realmente estoy orgulloso de ti. Y de lo que te convertirás.
Elizabeth seguía sin expresar una palabra, la única reacción que tuvo luego de que Apolo dijera eso, fue sus lágrimas cayendo de sus ojos.
―Te traje algo. ―dijo Apolo, mientras sacaba detrás del árbol un arco y flechas de oro autentico. ―Ven.
Elizabeth por fin reaccionó. Se limpió las lagrimas y se acercó a su padre. Este puso el arco y las flechas en sus manos, entregándoselo a su hija. Elizabeth emitió una leve risa al ver el obsequio de su padre. Apolo sonrió al ver su reacción.
―¿Te gustan? ―preguntó.
Elizabeth asintió con la cabeza, aún no lo miraba.
―También te traje esto. ―Apolo le dio una pequeña bolsa de tela fina, atada con un listón. Elizabeth la abrió y sacó de adentro de ella un brazalete de oro con diseño de llamas, haciendo referencia al Sol. Apolo se levantó la manga, mostrándole que tenía uno igual. ―Si tienes eso, siempre estaremos conectados.