Estaba parada frente a mi armario con el pijama puesto, ya casi era la hora de comer y ni siquiera sabía que ponerme... Solo faltaban tres horas para la maldita fiesta.Por fin encontré una camiseta rosa algo holgada que conjuntaba perfectamente con unos vaqueros claros, también elejí una gabardina blanca para ponerme porque el tiempo en Corea cada vez iba a peor aunque estuviéramos casi en verano.
Al mirarme al espejo sonreí, porque por una sola vez me encontraba extrañamente bonita, aunque aun notaba que me faltaba algo que solían llevar todas las chicas de mi edad... el maquillaje.Con cuidado, fui a la habitación de mis padres y, sin que me descubran, agarré algunos utensilios de mi madre y me quedé observándolos, sin saber muy bien qué hacer con ellos. Eso debía ser sencillo, ¿no? Había visto algunos videos. Frente al espejo del tocador, comencé a echar polvos en mi cara, los cuales me hicieron estornudar. Aun así, cuando volví a mirarme al espejo vi que mi piel parecía ahora más tersa.
Cogí ahora un lápiz negro y lo miré insegura, ¿cómo debía pintarme los ojos? Hice lo mejor que pude en mis dos ojos y aunque no quedó algo perfecto, me sentí bastante orgullosa cuando acabé y el timbre sonó. Bajé las escaleras y abrí la puerta antes que mi padre tuviera tiempo.
-¡Adiós!
Me sentí orgullosa de mi misma por poder hablar en aquel momento a pesar de las prisas, puede que fuera el maquillaje o los nervios por la primera fiesta, pero Irin
también sonrió.La miré de arriba abajo impresionada, estaba tremendamente bonita con el pelo negro liso y un labial rojizo.
- Sí, sé que estoy preciosa -afirmó y yo solté una risita, amaba que siempre supiera lo que yo pensaba.
El camino fue más silencioso de lo que solía ser entre nosotras, ya que las dos estábamos nerviosas por la fiesta. Yo no quería ser el no quería ser el bufón de la gente popular, estaba cansada de eso.
A medida que nos acercábamos a la casa, la música se hacía más presente y noté como un nudo crecía en mi garganta cada vez con más fuerza.
Ugh, odiaba eso.
- Todo va a ir bien, Becbec.- Le dediqué a Irin una media sonrisa, entonces la
puerta se abrió.Era Nam, la capitana de las animadoras. Pelo rojo ceñido, tez blanca, ojos negros y más alta que yo. Cuando nos miró frunció el ceño, pero luego, como si recordara algo, su cara se iluminó en una sonrisa.
Irin no pareció notarlo, pero yo había pasado toda mi vida analizando y estudiando las expresiones de las personas.-¡Al, hola chicas! Pasen... -dijo mientras Trey, el capitán del equipo de baloncesto se abrazaba a ella de una manera un tanto incómoda.
La música estaba demasiado alta y era estridente.
No escuché a mi alrededor, fue como si mi cerebro no soportara los decibelios de aquella estridente música y me centré únicamente en mis pensamientos, solo respondía a caminar porque Irin agarraba mi mano, o porque me aterrorizaba
quedarme sola en aquel lugar.-iEh Becky! ¿Qué te parecen mis magdalenas de la felicidad? ¿Las has probado ya? - miré aquellas extrañas magdalenas de volor aceituna y negué simplemente. Fui a apretar la mano de Irin con más fuerza, pero entonces me di cuenta de que ya no estaba a mi lado. Apreté con más fuerza mis labios, incluso pude saborear un poco mi propia sangre por culpa de mis dientes.
-Oh, Becky... ¿por qué no quieres divertirte? -apareció el imbécil de Nop por mis espaldas y se pegó demasiado a mi cuerpo. Mi respiración se empezó a acelerar, quería salir de allí, quería gritar y empujar a todo el mundo lejos de mi.