Los días pasaron y pasaron y de verdad que me hubiese gustado que Freen me hubiese buscado al menos para saber cómo me encontraba, o para tirarme una de esas molestas piedrecillas a la ventana, pero... no hubo nada.
Habían pasado casi cinco días desde que la escuché en su apartamento y entre Tee y
Rosé me sacaron para llevarme a casa. Ahora me encontraba en una estirada al lado de la playa con un abrigo y una manta, encima de la ranchera de Rosie, estaba frente a mí tocando la guitarra. A ella la notaba tan distinto conmigo... Estaba más cansada y más distante, se notaba que no dormía bien por los surcos oscuros bajo sus ojos.
Miraba cada acorde que hacía con la guitarra mientras sus nudillos estaban colorados del frío que hacía, pero a ella siempre le ha dado igual eso, encima, sonaba tan bonito...
Creo que estoy aprendiendo a tocar la guitarra con solo mirarle tantas veces y tantas horas.
Hoy su guitarra sonaba distinta, sus dedos no atinaban lo suficiente a las cuerdas de la guitarra, y a la quinta vez que no le salió un acorde, dejó la guitarra a un lado y sus dedos se entrelazaron con su pelirrojo pelo, mirando hacia abajo con las rodillas flexionadas.
-No entiendo qué me pasa hoy, estoy tan... -Suspiró sonoramente y casi escuché a la vez que vi el sollozo que dio.
Lentamente me puse de rodillas acercándome poquito a poquito hacia ella, abrí la manta al abrir los brazos y con cuidado la abracé. Aunque hubiese dejado de hablar en rotundo, siempre mantenía los gestos así hacia ella desde hace unos días.
Sus brazos rodearon mi cintura con cuidado por debajo de la manta, escondió su rostro en mi cuello y siguió expulsando lágrimas de sus ojos, lo supe porque sollozaba y me rozaba la piel con su nariz.
-Muchas veces se me hace el mundo muy grande, Becky... Pero qué te voy a decir a ti,
¿verdad?
Me aparté un poco viendo cómo aparecía una tímida sonrisa en sus labios haciéndose hueco entre las lágrimas, yo sonreí brevemente y con los pulgares le sequé las lágrimas que quedaban por sus rosadas mejillas.
Rosé era una persona maravillosa, ¿sabes? Es el tipo de persona que todo el mundo debería tener en su vida, ella está todo el tiempo conmigo para que no me sienta sola y luego se preocupa por hablar con mi madre para que sepa que estoy durante las tardes en un sitio seguro con ella. Se mostraba sensible si lo necesitaba, me hacía reír como la que más aunque yo no lo expresase suficientemente, y sobre todo... Mi problema no lo trataba como se trata a un problema, casi nunca me forzaba a hablar, y si lo hacía, sabía hasta dónde llegar.
Puedo decir que en estos días, ella fue quien me sacó de donde me había metido después del hospital, y era algo que nunca iba a agradecérselo suncientemente.
Quería hablarle, quería decirle que no llorase y me contase sus problemas, que yo iba a estar para ella, quizá no de la misma intensidad que ella estaba para mí, pero al fin y al cabo... quería ayudarle con mis pocos medios.
Minutos después ya estábamos dentro de la ranchera camino de mi casa, eran las siete
de las cinco y media de la tarde, me daría tiempo a hacer la tarea de ese día, en el coche estaba sonando Chase Atlantic de fondo y mi vista estaba fija en observar el paisaje mientras Rosie tarareaba los solos de guitarra, esa canción le encantaba.
Una vez en la puerta de mi casa, aparcó y me miró con el motor ya apagado.
-¿Alguna vez te ha pasado que todo lo que querías en esta vida se te ha presentado y lo has tenido que dejar ir porque no podías tomar esa oportunidad en el momento?
Me miró fijamente con sus ojos brillantes y yo simplemente me encogí de hombros algo tímida. Miré a mis propias manos recordando la tarde en la que vi que todos mis lienzos estaban rajados por la mitad.
