Aurora explicó primero su parte de la historia, para darle tiempo a Alexandra de calmarse. Ella aún estaba bastante afectada por lo que había visto y oído en la galería, y apreció los minutos de serenidad otorgados por la artista. Además, al oír sus anécdotas y crónicas sobre el período que pasaron separadas, pudo al fin enterrar y olvidar su vieja intriga.
Descubrió, por ejemplo, qué les había pasado a los abuelos de la misma. Uno había muerto y —en un acto de bondad que absolutamente nadie en su familia entendió, luego de años de apatía y lejanía— les dejó una pequeña fortuna a sus hijos y nietos. La otra seguía viva, pero tenía la salud bastante frágil, estaba conectada a múltiples máquinas, y en el último año había caído a un estado vegetativo, luego de tener una isquemia cerebral.
Como Aurora se había cambiado a la capital y sus hermanos también vivían por ahí, sus padres al fin pudieron regresar a su casa en su ciudad natal, encargándoles a ella, Carlos y Héctor las tareas de visitar y cuidar a la matriarca hospitalizada. La joven no tenía la mejor de las relaciones con la anciana, pero no se negaba en ayudarla tampoco. En su situación, era lo mínimo que podía hacer. La vieja no duraría mucho tiempo.
La otra gran novedad es que ella también había al fin salido del armario ante sus padres —algo que no le fue tan mal como un día pensó, le iría—. Eso sí, Aurora decidió contarles la verdad en un espacio público, para que ambos no pudieran perder la cordura y gritarle hasta reventarle los tímpanos. Y por eso los invitó a comer al mismo restaurante de comida italiana donde Alexandra le había roto el corazón, antes de su graduación.
—Ya tenía pésimos recuerdos con el lugar, así que pensé: ¿Por qué arruinar a otro más? No me parecía justo... Así que los llevé allá. Además, la comida es súper deliciosa y los precios están por el piso; saldría ganando de igual forma —la artista bromeó mientras hablaba, pero la atleta supo que por detrás de su tono cómico sí existía un poco de verdad.
El señor y señora Reyes no estuvieron muy encantados por el descubrimiento, pero teniendo en cuenta que Aurora ya vivía sola para ese entonces, estaba trabajando, y no dependía de ellos para casi nada, cualquier daño hecho a su relación fue mínimo.
Ella jamás les presentó a ninguna de sus amantes, eso sí. No tan solo por no haber tenido relaciones importantes lo suficiente como para hacerlo, sino también porque no se sentía cómoda con la idea.
Alexandra entendía su situación muy bien. Le estaba pasando algo parecido con su padre.
Después de que ella se separara de Álvaro, su madre no tan solo había ido a delatarla ante el rector de su universidad, como también ante su ex marido. Porque sí, al final los dos sí se terminaron divorciando—algo que la joven siempre supo, inevitablemente sucedería—.
—Mi relación con él ahora es... tensa —la atleta comentó, cuando su turno de hablar llegó—. Desde que me echaron del armario, lo ha sido.
—¿Ya no se hablan?
—No, aún mantenemos el contacto... —clarificó—. Pero nuestras interacciones siempre son... robóticas. Frías.Distantes. La complicidad y la amistad que teníamos ya no existe. Sé que él se importa por mí, pero...
—No es lo mismo.
—No.
—Es lo mismo con mis viejos —Aurora terminó su limonada—. Aunque a mí su lejanía no me duele tanto porque nunca fuimos demasiado unidos para empezar. Pero tú y el señor Mario sí que lo eran.
—Tengo la esperanza de que algún día él volverá a ser como antes —Alexandra comentó, entristecida—. Es lo único que me queda. La fe.
—¿Y cuándo todo esto ocurrió, solo para tener contexto?
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【Blondie】
VampireAurora Reyes no le tiene fe, esperanza, o cariño alguno al mundo en el que vive. Hasta que en su camino entra Alexandra de la Cuadra, su previa nemesis, matona, y enemiga acérrima... convertida en novia.