Lo que somos - Capítulo 30

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Aurora estaba saliendo de su instituto y caminando al metro cuando la música en sus audífonos fue interrumpida de pronto por un altísimo "bing".

Le había llegado un mensaje.

Pausando su música —un poco irritada, porque recién había llegado a su parte favorita de "My Own Deceiver" de Ego Kill Talent y estaba que se ponía a tocar la batería imaginaria en medio de la calle—, abrió su caja de entrada y descubrió, para su asombro, quién le hablaba.

Mario de la Cuadra.

Ella tenía su número guardado en caso de alguna emergencia, pero desde la secundaria no se atrevía a escribirle, ni revisar su chat.

Aquel día, la situación cambió. ¿Y qué quería el hombre, al final de cuentas? Pues... hablarle.

En persona.

"Hola, Aurora.

Te escribe Mario. El padre de Alex.

Tienes todo el derecho a rechazar esta propuesta, pero me preguntaba si podrías cenar conmigo hoy. Necesito conversar contigo y pedirte disculpas cara a cara por ciertas actitudes mías.

Si aceptas, te envío la dirección del restaurante al que iremos. Yo pago la cuenta, no te preocupes."

Al levantar su mirada de la pantalla, varias preguntas aparecieron en la cabeza de la artista. ¿Sería esto una trampa? ¿Estaría el sujeto hablando en serio? Y más importante de todo, ¿debía contarle a Alexandra sobre la propuesta?

Respiró hondo.

Contempló sus opciones con cuidado.

Decidió abrir el chat con Giovanni y explicarle la situación primero. Ya que eran compañeros de piso, si ella desaparecía o era atacada por el señor de la Cuadra —aunque la posibilidad de que aquello ocurriera fuera mínima— quién se daría cuenta de ello primero sería él. Así que su mejor amigo tenía que estar pendiente de su hora de regreso, por temas de seguridad.

Lo segundo que decidió hacer fue aceptar la propuesta del hombre, pero no decirle nada a su novia al respecto... por el momento. No quería darle a Alexandra esperanzas de que él había reconsiderado su postura respecto a su sexualidad y al final descubrir que en verdad Mario tenía algún plan maestro para separarlas. Otra vez, las chances de que aquello ocurriera eran bajas, pero conociendo su historia en común, era mejor prevenir a lamentar.

Luego de enviar su respuesta por el chat, siendo lo más fría y formal posible, abrió su playlist de nuevo y ocupó su mente con más música. Subió el volumen de la misma al máximo, intentó mantener su calma, y se fue a su departamento.

Al llegar, se duchó y se cambió de ropa, queriendo verse más presentable. Le dio comida a su gata —sabiendo que Giovanni solo aparecería por ahí en un par de horas más—, limpió su caja de arena, y le hizo cariño.

Mario le envió la dirección del restaurante en donde la esperaba mientras ella se lavaba las manos. El lugar quedaba apenas a tres cuadras de distancia de su edificio, así que Aurora se fue allá caminando.

En la ocasión, usaba unos jeans oscuros, una camisa de botones negra con un diseño dorado alrededor del cuello, y unos zapatos de cuero que se había comprado en una tienda de segunda mano. Se había suelto el cabello y maquillado levemente el rostro —nada muy especial, apenas lo hizo para quitarse las ojeras de mapache y disfrazar su cansancio académico—, y llevaba puesto el collar regalado por Alexandra, como un talismán de buena suerte, alrededor del cuello.

Al llegar al establecimiento —reconocido por sus parrilladas y vinos— encontró a Mario en su primer piso, sentado en una de las mesas de madera de la pared oeste. Su cabello se había blanqueado bastante en los últimos cuatro años y ahora llevaba una barba corta en las mejillas. Vestía una chaqueta tweed marrón, pantalones de algodón del mismo color, y una corbata roja. Se veía elegante, Aurora no lo negaría. Pero su actitud en sí reflejaba un cansancio que iba más allá de cualquier agotamiento físico.

【Blondie】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora