Antes de viajar con su equipo a Uruguay —y de demostrarle al resto del continente el resultado final de meses infinitos de entrenamiento—, Alexandra decidió organizar una cita sorpresa en su departamento para su novia.
Le compró flores, un pack de cervezas sin alcohol —porque la artista ahora había decidido intentar mantenerse sobria, al menos por un tiempo—, suficiente sushi para alimentar a todo Japón, y un regalo especial para ella: una bolsa llena de marcadores Ohuhu —algo que a tiempos Aurora fantaseaba con tener—.
La morena, contentísima por este pequeño momento de felicidad, no dudó en pasar la noche en su hogar y despedirse de ella con todo el amor que le podía entregar.
Tres días después, llevó a la rubia en persona al aeropuerto San Luis. Allí, Alexandra se reuniría con los miembros de la Federación Nacional de Atletismo y se subiría a un vuelo privado a Montevideo, por donde permanecería por una semana.
Usando el chándal rojo y blanco estándar de su equipo, y cargando una maleta que parecía esconder a todo un cuerpo de tan grande y abultada, la atleta la besó en camino a la zona de embarque, y le dijo adiós.
Aurora, al verla irse con sus colegas, sonrió y sintió su corazón estrujarse. Ya la extrañaba y ni cinco minutos había pasado desde su despedida.
Pero sus ganas de verla de nuevo no duraron mucho. Porque cuando su día de trabajo terminó y ella viajó al hospital por la tarde a visitar al señor Mario —como lo había prometido a su novia, lo haría—, la joven recibió la sorpresa de su vida al descubrir lo que el hombre había hecho en su ausencia:
—Necesito que organices tus maletas. Tienes un vuelo para las siete de la noche, hoy.
—¿Huh?
—Lo que escuchaste.
—P-Pero...
—Yo estaré bien —el profesor la cortó—. Tengo a mis hermanos y parientes aquí cuidándome, además de tu amigo, Giovanni. Pero conozco a Alex y sé que ella necesita de tu apoyo ahora. Así que me tomé la libertad de comprar tu pasaje y de hablar con tu jefe, Alaister, para que te diera unos días libres esta semana: mañana, el miércoles y el jueves. Él accedió.
—Un minuto, yo...
—Quiero que vayas a ver a Alex hoy en la ceremonia de apertura y que estés cerca cuando esté compitiendo —Mario le mostró su celular, con la evidencia de lo que había hecho—. También les escribí a los de la Federación y te conseguí un pase VIP, para que puedas ver a los eventos desde un buen asiento.
—Usted...
El hombre sonrió.
—Solo apoya a mi chica en mi lugar, ¿dale?
Aurora, extremadamente emocionada por el gesto, abrazó al hombre con cuidado y le juró que lo haría, con gusto.
—Allí estaré.
—
Así que llegó a su hotel y pudo estar a solas en la habitación que ella misma había reservado —pequeña y sencilla, pero al menos privada—, Alexandra soltó un exhalo larguísimo y se tiró en su cama.
En exactamente un día ella tendría que competir por la medalla. ¿Cuál medalla? Cualquiera. Oro, plata o bronce, con cualquiera se contentaba. Lo importante era ganar algo. Era dar su mejor esfuerzo y hacer con que la ayuda de sus amigos y de familia valiera la pena. Ella no había llegado ahí por nada.
Para llegar al podio tendría que participar en seis pruebas, durante esos dos días. El miércoles tendría lugar la competición de apertura y las semifinales de las carreras de relevos 4 x 100 y 200 metros lisos, mientras que las finales en sí, de ambas categorías, tomarían lugar el jueves. Su puntaje sería sumado al final de todo esto y comparado con el de sus rivales en la misma noche. Quién tuviera el mayor entre las mujeres, sería la vencedora.
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【Blondie】
VampireAurora Reyes no le tiene fe, esperanza, o cariño alguno al mundo en el que vive. Hasta que en su camino entra Alexandra de la Cuadra, su previa nemesis, matona, y enemiga acérrima... convertida en novia.