Lo que éramos - Capítulo 14

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(8 minutos antes)

Aurora no se había estado sintiendo bien durante toda la carrera, pero aguantó sus nervios y sus náuseas apenas para ver a su amiga ganar, y para celebrar su éxito como ella se lo merecía. Sin embargo, así que la vio apartarse del patio junto a su equipo, a cambiarse de ropa, ella tuvo que apartarse de Giovanni y los demás por un tiempo e ir al baño. Necesitaba respirar, o vomitar, o simplemente estar a solas por un tiempo, o colapsaría.

No mentía cuando decía que apenas mirar a sus alrededores la dejaban enferma. Detestaba al liceo San Martín con ganas.

Cuando terminó cayendo de rodillas al frente del inodoro y se deshizo de todo su desayuno con una sola arcada, su consecuente falta de aire y dolor corporal la hicieron sentirse todavía más agobiada. No se arrepentía de haber ido a apoyar a Alexandra, pero... joder. No extrañaba sentirse así de mal. La última vez que había vomitado por su angustia había sido antes de mudarse al Liceo Alba, y no podía decir que había exagerado lo horrible que se sentía el hacerlo.

Con dificultad se levantó del piso, jaló la cadena y se fue a limpiar la boca y el rostro al grifo. Mientras terminaba de asearse, sintió otra ola repentina de ansiedad tragarse a su cuerpo y darle vuelta las tripas. Escuchó un par de voces demasiado familiares acercándose al baño desde el pasillo. Y al ver a sus dueñas entrar al baño, a través del espejo a su frente, Aurora rogó que la tierra se partiera, y ella cayera a su núcleo ahí mismo. Porque no quería volver a ver ninguna de esas dos chicas, nunca más. Se había jurado que no lo haría. Y sin embargo... aquí estaba.

—¿Zarigüeya? ¿Realmente eres tú? —Antonia preguntó con un tono sorprendido, que a la vez resultaba ser bastante condescendiente—. Pensaba que me estaba volviendo loca cuando te vi en las gradas, pero no... de verdad estás aquí.

"Ignórala" Una voz similar a la de Giovanni le dijo a la artista en su cabeza. Pero hacerlo le resultó imposible, porque mientras se enjabonaba las manos, Belén le dio un pequeño empujón y se rio. Aurora suspiró y solo siguió lavándose las manos.

—¿Te vas a hacer la sorda ahora? —comentó la chica, con una sonrisa despreciable en el rostro.

—No tengo nada de lo que hablar con ustedes —La artista cerró el grifo y agarró un pedazo de papel del dispensador, para secarse.

—¡Tienes todo de lo que hablar con nosotras! Empezando por decirnos qué carajos haces aquí de nuevo.

—No les importa, y no les debo explicaciones sobre nada.

—Ya, deja de hacerte la difícil y habla...

—¿De verdad me siguieron aquí solo para hacerme preguntas sobre mi vida? —ella indagó, frustrada—. ¿En qué momento pasaron de pendejas insípidas a viejas cotorras?

—¿Perdón? —Antonia dio un paso adelante y alzó una ceja, queriendo parecer intimidante.

—Solo pregunto, por pura curiosidad. ¿En qué momento ocurrió esa ridícula transformación?

—Creo que se te olvidó con quién estás hablando, zarigüeya... Se te olvidó quien manda por aquí.

—Por favor, ¿qué tipo de amenaza es esa? Hasta un pendejo de preescolar lograría imaginar algo mejor...

Antonia repitió el empujón de Belén, pero con mayor violencia e impulso. Aurora, con las rodillas débiles por su mareo, acabó tambaleando atrás y golpeando la espalda contra el dispensador de papel. Hizo una pequeña mueca de dolor, pero la logró ocultar con rapidez.

—¿Quieres que te recuerde los viejos tiempos? Porque si no me tratas con respeto, eso es lo que haré.

—Eres psicótica.

【Blondie】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora