Sí se ducharon juntas antes de dormir —porque hacía calor y porque la ducha en sí era fantástica—, pero más allá de eso... nada pasó. Aurora cayó inconsciente a los cinco minutos de haberse acostado y la rubia, relajada por su presencia, la siguió a los diez.
Pero, aunque la artista durmió como una roca, con tanta serenidad que en efecto llegó a roncar, el sueño de su novia fue bastante más tormentoso y agitado.
Pese a haberse reído a carcajadas de todas las respuestas hilarantes escritas por Aurora, la verdad era que los comentarios de su madre y de sus ex colegas de la parroquia sí le dolieron, en el alma. Alexandra no quería reconocerlo, porque hacerlo sería igual a darles más poder sobre su ya frágil salud mental, pero este era el caso: había salido herida del conflicto.
Además, otra persona había escrito unos párrafos crueles debajo de su publicación: Álvaro. Había regresado de su pasado para ahuyentarla y hacerla sentirse débil, de nuevo.
Aurora no lo había dejado reaparecer sin consecuencias, claro, y junto a Giovanni lo había hecho trizas con sus respuestas afiladas y rápidas, pero su mero resurgimiento indeseado también había dañificado la paz de Alexandra.
Y por ello, la atleta tuvo múltiples pesadillas con él y su madre, una detrás de la otra, por horas infinitas. Vio en su subconsciente a recuerdos mezclados con escenarios ficticios, volvió a experimentar palizas y abusos, volvió a ser ofendida y ridiculizada, volvió a sentir toques en donde jamás quería sentirlos, y para cuando al fin logró despertarse, toda su serenidad le había sido arrancada del pecho a la fuerza, junto a su oxígeno.
No queriendo molestar a su novia, se movió al baño con apuro y cerró la puerta, olvidándose de pasarle llave. Se sentó en el inodoro, apoyó su cabeza en sus manos y luchó contra sus propios pulmones, intentando desesperadamente respirar. Estaba llorando, sollozando incluso, pero su pánico era tanto que ni siquiera era capaz de notarlo. No tenía control sobre su cuerpo. No tenía control sobre nada.
Aurora escuchó sus quejidos y se levantó, con el rostro hinchado y los ojos entrecerrados, a ver qué sucedía. Entre la niebla de su letargo, se encontró con la encogida rubia, temblando y gimoteando entre los azulejos del baño.
—Hey... Alex... —Se arrodilló a su frente, preocupadísima—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —Esta última una pregunta ridícula, sí, pero entendible al considerar lo somnolienta que la morena aún se encontraba. Al no recibir ninguna respuesta verbal, prosiguió:— ¿Puedo tocarte? —Así que terminó de hablar su novia asintió, con apuro. Ella automáticamente puso sus manos en sus muñecas e intentó apartar sus palmas de su rostro, con suma gentileza—. Blondie... todo está bien. Solo respira conmigo, vamos...
—N-No puedo...
—Sí puedes. Adentro y afuera, dale...
—N-No...
Aurora tuvo que pensar rápido. Agarró un bolso negro que había dejado al lado del grifo, en el que guardaba sus medicaciones. Siempre llevaba un blíster con los ansiolíticos de Alexandra ahí, junto a sus antidepresivos, en caso de emergencia.
Ahora —según lo que su médico le había dicho— era hora de darle un antidepresivo, para calmar su sistema nervioso y frenar su pánico. El ansiolítico lo tomaría después, por tener un efecto más demorado.
Con el remedio en la mano, agarró uno de los vasos desechables del baño —usados para enjuague bucal— y lo llenó con agua.
—Bebe —le ordenó con voz firme, estirando la palma con la pastilla.
Alexandra levantó sus ojos verdes y la encaró con la expresión más devastada y aterrada que Aurora ya había visto en su vida. Era similar a la que había portado en el día de su separación y en la noche de su reencuentro, pero mil veces más agónica que las dos.
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【Blondie】
VampireAurora Reyes no le tiene fe, esperanza, o cariño alguno al mundo en el que vive. Hasta que en su camino entra Alexandra de la Cuadra, su previa nemesis, matona, y enemiga acérrima... convertida en novia.