Debido a su trato celestial con Lilith, Alastor está obligado a realizar ciertos trabajos en donde su cuerpo es la pieza principal.
Luego del último exterminio en donde salieron victoriosos, el rey del infierno, Lucifer, decide mudarse al Hazbin Hot...
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7 años antes de la desaparición de Alastor.
Días después de la humillación a Vox. Alastor silbaba una de sus canciones favoritas, ah, como le encantaba el jazz.
Subió al edificio con una sonrisa grande mientras veía como los insignificantes diablillos escapaban de él. Al llegar a la puerta, entró en la habitación que compartía con su querido amigo Zestial, encontrándolo sentado y absorto en la lectura del periódico. Su expresión, tan impasible como siempre, Zestial sabía perfectamente que llegó y no ocultaba el tono interrogatorio de su voz al dirigirse a él.
— ¿Me explicarás lo que hiciste, Al? —preguntó Zestial, señalando el titular destacado en el periódico que sostenía en sus manos. Las letras grandes y llamativas anunciaban la noticia que había sacudido al mundo demoníaco: la humillación pública de Vox por parte del demonio de la radio, Alastor.
Sabía que su intervención en la radio había sido controvertida, pero no esperaba que generara tal revuelo. Sin embargo, su orgullo no le permitía mostrar arrepentimiento, realmente el hijo de puta se lo merecía.
— Ah, ya te enteraste —respondió el ciervo con una sonrisa burlona.— Nada importante, solo un poco de diversión en la radio. Vox necesita aprender a no tomarse tan en serio.
El contrario frunce el ceño, claramente molesto por la actitud insolente del demonio radio frente a la situación.
— No es solo un poco de diversión, Alastor. Humillaste a Vox frente a todo el inframundo. ¿Acaso no te das cuenta del daño que hiciste?
Alastor encoge de hombros, aparentemente indiferente ante las preocupaciones del otro demonio.
— Oh, vamos, querido. Es solo un poco de teatro, ¿no? Además, Vox puede manejarlo. No es la primera vez que enfrenta un fracaso en su corta carrera.
— Sabes en lo que te has metido, ¿verdad? —comenta, sin apartar la vista del papel.
Alastor deja escapar una risa irónica, como si la idea de enfrentarse a las consecuencias de sus acciones le resultara divertida.
— Claro que lo sé. Digamos que tengo de la suerte a mi lado.
El otro suspira, sabiendo que el ciervo no era de los que escuchaban consejos con facilidad.
— Tal vez deberías considerar tomarte un descanso de todo esto —sugiere con precaución.— La radio, los tratos oscuros, todo. No es bueno para ti meterse en tantos problemas.
— ¡Por supuesto que no! —niega rotundamente con un gesto de su mano —Estoy a punto de alcanzar mi objetivo de ser el más escuchado en todo el infierno. Mi popularidad está en su punto más alto, ¡no puedo abandonarlo todo ahora!
— Lo entiendo, pero debes tener cuidado. No sabes con quién estarás tratando en estos acuerdos recientes —Zestial lo mira serio—Podrías meterte en problemas mayores de los que ya tienes.
