I. Azul, violeta y carmín I - Retorno

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No importa qué

Azul, violeta y carmín I - Retorno

- No, no otra vez...

Si pudiese transcribir sus sentimientos, estoy casi seguro de que enloquecería en el intento. Colapsaría, sin lugar a dudas, imagino que su alma ha de albergar tanto, tanto dolor, que ante la sola idea de intentar acercarme, temo de mis propias emociones...

Comenzaba a caer la noche, las chicas cubiertas por sus batas corrían de un lado a otro por los pasillos, ajetreadas y claro, eso era lo que pasaba cada fin de mes en aquella casona periférica a Londres; fin de mes, y además, noche de viernes no era más que sinónimo de una gran cantidad de clientes; se preparaba un show completamente novedoso, un show especial para deleitar a la masa de hombres que asisten cada fin de semana a "la casa de niñas" huyendo de sus familias y de sus viejas y arrugadas esposas, en busca de juventud, belleza, liberación y un placer que sólo se podía conseguir a través del dinero, el trato de aquellas niñas se solía definir como "perfecto" y de una elevada calidad.

- ¡Vamos, chicas! – exclamaba Priscilla, la dueña, jefa y coordinadora del cabaret, corriendo por los pasillos mientras aplaudía con fuerzas - ¡ya casi es la hora de apertura!

Las plumas, el perfume dulzón y los brillantes inundaban los pasillos, mientras las hermosas damas accedían a terminar con los últimos toques de maquillaje... fin de mes... la noche de viernes después de que la mayoría de los trabajadores de Londres y de sus cercanías recibían su salario quincenal. "Buen lugar para ir a gastarlo" opinaban sarcásticamente las demás mujeres, pero la prostitución y el show sexual era una realidad innegable, aunque siempre se intentara censurar, estaba ahí, como un secreto tabú, la cantidad de hermosas y jóvenes mujeres eran odiadas por el resto de las damas de la ciudad, les quitaban a sus hombres e invertían el dinero que podrían invertir en ellas, en sus hijos y en su hogar.

En uno de los rústicos camarines, frente a un espejo se hallaba él, era Ciel.

- ¡Hey, hey! – exclamaba Priscilla al verlo tan decaído frente al espejo - ¡es fin de mes! ¡tú no eres la excepción! ¿estás listo? – Ciel asintió, vendado entre aquellos frondosos trajes - ¡no estés deprimido! esta semana reforcé la seguridad para que ningún cliente pueda acercarse a ti – agregó ahora bajando un poco la voz y posando su mano derecha sobre el hombro izquierdo del muchacho – ¡aunque debo reconocer que si no te tuviera aquí como el "intocable" este cabaret tendría muchos más ingresos, eh! – dijo ya, queriéndose pasar a la broma, Ciel sonrió forzosamente.

- ¡Eh que sí! ¡sí dejases a Ciel también disponible para los clientes, hasta capaz nos deja sin trabajo a nosotras! – agregó Christina, una amiga y colega de Ciel, a lo que Priscilla también comenzó a reír.

- ¡Oigan! – entró irrumpiendo la conversación, llenando el ambiente de una sensación tensa, era Sophie, o mejor conocida como "fiera asesina". Se quedó un momento viéndoles a los tres con aquella expresión tan seria y, tal cual a su apodo, asesina – afuera hay gran cantidad de hombres, están todas las chicas listas y ustedes chachareando aquí – informó de manera molesta y lanzando una última mirada cargada en odio a Ciel salió del cuartucho, dejando todo en silencio.

- ...Espero algún día entender el porqué de tanto odio hacia mi– musitó bajito, Christina le dio unas palmadas.

- ¡Bah! ¡a quién la importa! además, ella parece odiar hasta su sombra, pobre "fiera amargada" – y salió del lugar junto a Priscilla, dejando nuevamente al muchacho en soledad.

Se volteó a mirar el espejo, suspirando, realmente Priscilla había sido una excelente persona, sin lugar a dudas tenía un enorme corazón de oro, algún día le iba a pagar todos los favores concedidos.

No matter whatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora