VIII. Otra vez

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No importa qué

Otra vez

Racconto

Febrero, 1875.-

Stephanie intentaba observar con atención mientras giraba, buscaba a alguien en especial. El recorrer el lugar con la mirada mientras giraba en torno al caño le complicaba en sobremanera el espectáculo, pero la gracia de aquello residía en el nivel de experticia con el que se manejaba en aquel extraño e infravalorado arte.

Una vez la canción hubo cesado, se despidió entre los aplausos de aquellos hombres, mantuvo la sonrisa hasta que la cortina finalmente cubrió su rostro, haciéndole fruncir el ceño, comenzó a bajar a través de los pequeños peldaños del escenario.

- ¿Y? – inquirió una voz femenina que le abordó sin siquiera haber terminado de descender, Christina quien ya lucía preocupada desde un inicio, se angustió aún más al ver a su amiga negar con la cabeza – ay no, esto no pinta nada bien – continuó con la charla mientras caminaba junto a ella hacía los camerinos – con esta ya van ocho semanas ¡Ocho! – hizo énfasis - ¡Ocho semanas, tres finales de mes, tres quincenas, doce noche--!

- Cálmate – interrumpió, más no logró su cometido. Aunque su voz sonara serena, su rostro no reflejaba una emoción acorde a ella; cerró la puerta del camerino, quedando en privado – Él no estaba, pero el otro sujeto sí.

- ¿Qué? ¿otra vez? – volvió a alterarse, pero recordó la importancia de mantener la calma - ¿sabes si Ciel se ha dado cuenta de esto?

- No, él no me ha mencionado absolutamente nada – frunció el ceño mientras comenzaba a cambiar su traje – pero él no es tonto, él sabe mucho más que nosotras, sólo que no hace más que guardárselo para sí mismo – Christina suspiró con pesar, bajando sus hombros.

- Debemos advertirle de todos modos.

- No aún – responde Stephanie – qué más quisiera yo que ir a buscarle y decirle todo lo que hemos notado y nuestras sospechas, pero... creo que por ahora... deberíamos dejar que disfrute sólo un poco más, después de todo... él merece ser feliz.

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Intentaba escabullirse entre la multitud, las quincenas de por sí eran fechas en donde la demanda aumentaba escandalosamente ¿pero las noches de finales de mes? ¡ah! ¡aquellas volvían a las quincenas un simple chiste sin sentido!

Y es por esto que se le había complicado tanto el poder huir de sus labores una vez acabado su baile tan anhelado por ese público. Una vez se encontró en el lugar indicado, posó ambas manos sobre el cerrojo de la puerta y, sólo para estar bien seguros volteó a vigilar que no hubiera nadie cerca: abrió la puerta.

Primero asomó la cabeza, lo buscaba con la mirada entre la maleza o los cachivaches, entonces vio cómo un arbusto comenzaba a moverse: aquel simple echo era su estímulo condicionado. Rápidamente, pero sin descuidar la cautela salió de la cocina, cerrando cuidadosamente tras de él; cuando observó como la silueta que ya conocía tan bien avanzaba a paso rápido y entusiasmado a su encuentro, Ciel sonrió, sentía como su estomago se revolvía de emoción y dicha, imitando su acción, hasta que por fin se encontraron frente a frente.

- Señor Sebastián.

- Señorita – susurraron al unísono, provocando una suave risilla en ambos, Sebastián cogió la mano de Ciel, mientras que la derecha acomodaba un mechón rebelde tras su oreja, permitiéndose así el poder apreciar toda extensión de su tan maravillosa belleza, aquella belleza que le había llevado a comenzar a actuar como un loco – luce sublime también esta noche, Ciel – el chiquillo sonrojó, bajando la mirada; de pronto se escuchó un ruido proveniente de la casona.

No matter whatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora