32

620 61 9
                                    

Tn miraba atentamente como Gael servía ambos platos en la mesa siendo un florero con girasoles lo que había en medio de esta.

-lindas flores, me encantan los girasoles-

-lo sé-respondió Gael sentándose para que ambos comenzarán a desayunar-siempre te quedas viendo los girasoles de las florerías como si no hubiese un mañana-

-eres bastante observador-

-mi trabajo es cuidar las fronteras de estas tierras ¿no se supone que así sea?-ambos rieron-y bien ¿qué hay de nuevo en la hacienda del drama?-

-deja de llamar así a ese lugar-

-lo haré cuando tu misma dejes de contribuir al drama de ese lugar-suspiro-una mujer que tiene una hija de tu marido, viviendo bajo el mismo techo, tu ex es el capataz y si se te antoja una cereza en el pastel... Te coges al hombre que dices odiar... Qué curiosamente también es tu marido ¡vamos! ¿Acaso todo esto es una clase de libro basura?-

-quedamos que no ibas a mencionar jamás lo que pasa entre leo y yo-respondió sonrojada.

-sabes que me es imposible no burlarme de ti-

-debería decirle a Leo qué te corte la lengua haber si así te sigues burlando-

-deberías pero no puedes, me adoras-la rubia rio-

Al terminar el desayuno ambos salieron del lugar y como cada jueves tras tomar cada uno sus caballos comenzaron la carrera de todos los jueves. El viento del entrante otoño golpeaba sus rostros mientras ellos reían intentando alcanzarse mutuamente mientras yegua y caballo galopaban a toda velocidad.

Finalmente llegaron al río y tras dejar a yegua y caballo atados bajo la sombra y cerca del agua Gael no lo dudo y lanzó a la mujer al rio, este era tan grande que se podía apreciar la cascada no muy lejos de ahí.

Tn reía hasta que sus mejillas no podían más y llegaban a doler junto con su abdomen ambos nadaban felices aunque la temperatura del agua estuviera bajando por el clima frio y otoñal.

A tn le había tomado siete largos años aprender a apreciar el lugar que ahora era su hogar, ese limbo en medio del cielo y el infierno, infierno qué también era personal. Sin embargo, aquel hombre que ahora ya hacía sobre una roca gigante sacando el agua de sus botas había sido un gran pilar en esa hermosa adaptación a dicho lugar.

Ninguno terminaba de entender en que momento la rubia había comenzado a visitar al castaño, pero ninguno parecía quejarse, en su lugar cuidaban aquel vinculo qué había nacido entre los dos como si de un bello, simple y delicado girasol se tratara y a ella le agradaba.

Le agradaba dejar de ser "la rosa de los muertos" cada jueves para ser solamente eso, un girasol qué mira hacia el sol, y Gael parecía disfrutarlo también.

Tn continuaba nadando pensando en el rumbo de su vida, estaba ahí, en un río muy lejos de la hacienda, con un hombre que no era su esposo, no era mariano, no era el padre Antonio, incluso este último le había advertido sobre el, pero ella veía los ojos de el guardián y no veía otra cosa más que bondad y algo de egocentrismo.

Así que como cada jueves cerro los ojos y se dejo llevar por la débil corriente flotando sin rumbo... Amenos hasta que Gael decidiera qué la corriente ya la había alejado lo suficiente.

-no quiero irme de aquí jamás-dijo mientras se recargaba en la roca en la qué Gael estaba sentado-gracias por mostrarme este lugar-

-pues cuando Antonia nació parecías bastante molesta y ansiosa pero sobre todo triste-respondió-y este lugar puede lavar todo aquello-

casada con el charro negro. (primera Parte) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora