Capítulo 3: Señora mecha corta

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Cuando me dijeron que Freen era una tirana no estaban mintiendo. Después de decirle que no la amaba se puso como loca y nos corrió de la oficina casi a patadas.

Mis ovarios están encogidos de miedo ante los gritos de esa salvaje, que al parecer está destruyendo en mil pedazos su oficina, a juzgar por los ruidos horribles que se escuchan.

—Esta Mujer va a sufrir de un infarto si sigue así, ¿vas a dejar que continúe? —le pregunto a Kirk mientras caminamos hacia su verdadera oficina, la cual está hasta al otro lado del pasillo.

—No puedo decirle o impedirle algo, es la dueña. —Suspira—. La única persona que la podría sacar de ese estado eres tú, y resulta que acabas de decirle las peores palabras que pudiste haber encontrado.

— ¿Estás insinuando que es mi culpa? —Estoy ardiendo de indignación. Esto es lo único que me falta, que todos crean que su carácter de mierda se debe a mí

—No lo estoy insinuando, es un hecho —responde tenso mientras abre la puerta de su oficina para dejarme pasar.

La oficina de vicepresidencia es más pequeña, pero más acogedora. También hay un escritorio destinado para mí a unos cuantos pasos del escritorio principal que, al igual que la otra oficina, tiene un ventanal con vista a Londres.

—No es mi culpa, Kirk. Solo le dije la verdad —me defiendo.

—Lo sé. —Trata de sonreírme, pero es evidente su tristeza y preocupación ante la actitud de su hermano—. No tienes la culpa por ya no amarla, pero sí por decírselo porque es un golpe muy bajo para Ella.

— ¿Por qué? —me atrevo a preguntar—. ¿Por qué le afecta tanto?

—Becky, no puedo creer que hasta el día de hoy no comprendas lo que significabas para Ella. —Me mira consternado antes de continuar—. Lo peor que le ha podido pasar es que dejaras de quererla, Ella misma me lo dijo cuándo te fuiste. No sabes la infinidad de noches que lloró por haberte perdido, y Nita la ayudó a salir de ese bache, pero es obvio que no volvió a ser la mismo.

—Lo siento mucho por Ella —murmuro. Trato de que no me afecte, pero lo hace y no puedo evitar sentirme muy mal. A pesar de todo, no la odio, al menos ya no—. Sin embargo, no puedo sentirme culpable, Ella me engañó. Ojalá que algún día reciba ayuda y pueda superarlo, porque nunca podrá vivir en paz.

—Ojalá, cuñadita, ojalá. —Sacude la cabeza y recupera su actitud normal. Se frota las manos y me indica que es hora de trabajar.

¡Al fin voy a hacer lo que me interesa y para lo que he venido!

Me acomodo en mi escritorio, donde se me ha puesto una computadora, un teléfono alámbrico y una agenda con un bolígrafo hermoso, regalo de bienvenida de mi cuñadito. Este me da las indicaciones de lo que tengo que hacer, que básicamente es agendar reuniones, encargarme de sus almuerzos, comunicarlo a otras áreas de la empresa por el intercomunicador; también voy a acompañarlo a sus reuniones fuera de la empresa o las llevadas a cabo en la sala de juntas para tomar apuntes, entre otras funciones.

En definitiva, tendré más actividades que las que tenía en Tailandia siendo secretaria de un traumatólogo al que estimo muchísimo y que, si soy sincera, voy a extrañar. Es una persona hermosa, fácil de tratar y, sobre todo, fiel a su compañera de vida desde hace más de treinta años: su señora esposa, como él le dice. Tengo las puertas abiertas en su consultorio cuando decida regresar, y claro que lo haré, pero también voy a disfrutar de este trabajo que promete ser movido e importante.


La mañana transcurre de manera tranquila y sin más sobresaltos. Freen se ha ido de la empresa después de destruir su oficina, lo que me molesta muchísimo porque las pobres personas de intendencia tendrán que levantar semejante desastre.

"La ex de la jefe"  (Historia G¡P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora