Capítulo 22: Nacimiento

2.6K 203 10
                                    


Ni Freen ni yo podemos parar de llorar durante el camino al hospital porque estamos muy asustadas por nuestra bebé. Yo no puedo evitar imaginar que pronto la van a sacar de mí, que necesitará de todo para poder sobrevivir afuera.

Mi pequeñita tendrá que hacer honor a su nombre: ser una guerrera.

Pero yo no quiero que lo sea desde tan temprana edad. Quiero que sea una princesita, que nazca rodeada de paz y no así.

Maldita Nita, maldito Jason. Mil veces malditos.

Jamás les deseé la muerte, y no me alegro de que ahora mismo estén muertos; ellos debieron haber pagado en vida todo el daño que nos causaron.

Freen se niega a apartarse de mí durante la revisión que me hacen, y soborna a diestra y siniestra para que la dejen estar conmigo en todo momento, incluso si eso implica entrar a quirófano. Mi doctor dice que, si no frenamos el parto, nos vamos a tener que ir a una cesárea de emergencia para no estresar a Charlotte, y llevarla de inmediato a la UCIN.

— ¿Todavía se puede frenar el parto?—pregunto incrédula, recostada ya en la cama del cuarto que me han asignado. Gracias a Dios mis heridas y golpes no son tan graves; lo más grave es la amenaza de parto prematuro.

—Sí, señora Chankimha—el doctor asiente—. A pesar de todo lo que pasó, vi al bebé bien, no ha perdido todo el líquido amniótico y este se puede regenerar; también las contracciones se pudieron frenar. De todas maneras, ya inyectamos maduración pulmonar y antibióticos para evitar una infección. Ahora esperaremos a ver cómo evoluciona todo.

— ¿Becky va a estar bien? ¿Mi hija podrá nacer a término?—cuestiona Freen sin soltarme de la mano.

—Si quieren mi opinión sincera, dudo mucho que eso pase—responde mi obstetra con algo de pesar—. Pero detendremos lo más que podamos el inicio de trabajo de parto, y si podemos llegar a la semana treinta y cuatro sería excelente. Becky tendrá que quedarse ingresada hasta que la niña nazca o que ocurra el milagro de que deje de perder líquido.

Quedarme ingresada tanto tiempo. Suspiro. La idea es demasiado aterradora, pero si eso tengo que hacer por Charlotte, lo haré.

Creo que un par de semanitas acostada no se le puede comparar a todo el calvario que acabo de vivir; estas son unas vacaciones en la playa, incluso.

—Se me va a quemar el trasero de estar aquí acostada, pero si no hay otra opción, lo acepto—digo con resignación. El doctor esboza una leve sonrisa.

—Me alegra ver que está un poco mejor, señora—expresa—. Mantener un buen ánimo le ayudará a que esto sea más llevadero y también a su bebé.

El doctor nos explica un par de cosas más que me dejan algo más tranquila, y, cuando se va, Freen y yo nos besamos, tratando de consolarnos el una a la otra.

—Te amo, mi Becky—susurra cuando frenamos un el beso—. Creí que iba a morirme de un infarto por todo lo que pasó. No quiero volver a sentir jamás tanto miedo como el que sentí cuando me llamaste y cuando te vi en las garras de esa desgraciada.

—Tranquila, mi amor. Estoy aquí, y estamos bien—pongo una de sus manos sobre mi vientre que ya no está tenso. Mi pequeñita da una patada, dejándonos saber que sigue con nosotros.

—Eso no quita que sea una reverenda imbécil, te dejé sola, no te protegí—se recrimina y de nuevo se le llenan los ojos de lágrimas mientras acaricia a nuestra niña—. Debí suponer que Oliver estaba tramando algo tan asqueroso y ruin.

—Primero que nada: no eres una imbécil, eres la mejor esposa que podría desear, y no hay malicia en tu corazón como para haber pensado tal cosa; en segunda: él se estaba acostando con Nita—arrugo el rostro por el asco que siento—. Supongo que por eso la ayudó.

"La ex de la jefe"  (Historia G¡P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora