5 "Starbucks"

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Pedro desde el primer día que vio a Najwa quedó enamorado, lo aceptó días después y hasta se lo comentó a Álvaro. En cambio, Najwa no sabía por qué se sentía atraída por Pedro. El hombre no era nada feo, lo aceptaba, pero no terminaba de entender, que era lo que hacía que se acercara a él.

Los dos sabían que algo pasaría si es que se llegaban a juntar en la casa de Pedro, pues él la invitó con esa intención y ella aceptó porque pensó lo mismo.

Definitivamente habían cruzado un límite que no era bueno para su ambiente laboral. Algo preocupante para ella, pero si a Pedro le llegaran a preguntar por eso, él diría que no pasaba nada porque no se veían muy a menudo en más grabaciones.

Era demasiado pronto para que pasara todo lo que pasó ese día. Ninguno dejaba de tener recuerdos y se resistieron a mandar un mensaje al otro.

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A diferencia de la vez pasada, que Najwa fue la que decidió buscarlo, esta vez fue Pedro quién le envió un mensaje de texto, pidiendo hablar con ella. La pelirroja aceptó con la condición de que fuera en un lugar público, sabiendo que si lo invitaba a su casa o a ella iba, terminarían en la cama.

Pedro fue el primero en llegar al lugar acordado y se limitó a esperar a su cita. No pasó mucho cuando vio a Najwa llegar en su auto.

— ¿Por qué tan formal? — juraría que Pedro no estaba interpretando a Berlín, que era él o tal vez, era el hecho de que hombres como el había muy pocos, no encajaba en el prototipo de hombre. Él era sofisticado, en un mundo de hombres el era un caballero

— Esto es lo más informal que tengo

— Berlín se apoderó de tu y solo lo interpretaste dos temporadas

— Bueno, es lo mismo que te pasó a ti con Zulema

— Llevo una vida interpretando a esa tía — se dirigió a la caja con Pedro detrás de ella y ordenó dos cafés — invito yo — lo miró para luego sacar su tarjeta y pagar

— Nombre

— Pedro y Jaime — se percató que su acompañante no entendía el por qué del Jaime, pero solía dar el primer nombre que se le venía a la mente siempre, porque odiaba que escribieran mal su nombre — vamos

— ¿Jaime? ¿Estamos esperando a alguien más?

— A nadie, solo somos tú — lo señaló — y yo — y también a ella — ¿Puedes ir por los cafés, cuándo nos hablen?

— Claro

— No tenías por qué pagarlo

— Es solo un café, no pasa nada

Ambos se quedaron en silencio esperando que alguno tomara la iniciativa de comenzar la conversación. Estaban sentados uno al lado del otro, mirando hacia enfrente, tratando de evitar esa conversación incómoda por la que estaban ahí en ese Starbucks.

— Vamos, dilo

— Prefiero esperar a tener algo de cafeína en el cuerpo

— Por mi está bien

— Jaime y Pedro

— Anda, ve

The Great WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora