𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰

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Era un nuevo día y los rayos del sol entraban por la ventana. Se levantó al sentir que un lado de la cama estaba vacío, al parecer, su esposa no estaba.

Se levantó aún con sueño mientras observaba al rededor de la habitación, pero no encontró a su esposa. De repente, la puerta del baño se abrió.

—Oh cariño, lo siento si te desperté. —dijo Hinata con una sonrisa.

—No te preocupes, buenos días cariño. —dijo Naruto algo soñoliento mientras se levantaba de la cama para abrazarla.

—Buenos días Naruto-kun.

La atrapó en sus brazos tomándola de la cintura y besándola de una manera muy romántica.
Al poco rato la empleada tocó la puerta y entró a la habitación con un gran desayuno.

Tenían a su vista algo de arroz con sopa de miso y verduras encurtidas, con algo de miso de cerdo y un poco de té.

—Esto está delicioso. —dijo Hinata saboreando la comida.

—Si, lo está, pero me gusta más tu comida Hinata. —dijo Naruto mientras le mostraba una sonrisa a su esposa. —Hey, ayer mencionaste que había un lugar cerca de aquí, ¿aún quieres ir a dar un paseo?

—Si, me encantaría Naruto-kun. —asintió la ojiperla cálidamente.

Se quedaron desayunando un rato más hasta que decidieron salir de la habitación y caminar un rato rumbo el pueblo que se encontraba cerca.

Al llegar se dieron cuenta de que habían puestos de recuerdos, de comida, e incluso pequeños restaurantes. Cerca, había también una pequeña feria con algunos juegos tradicionales.

Pasaron absolutamente toda la mañana recorriendo cada lugar de ahí, compraron varios recuerdos bonitos para sus amigos, y Hinata también para Hanabi.

Al cabo de la tarde ambos sintieron hambre, así que buscaron un pequeño restaurante para comer.

Antes de que el sol se ponga y la luna haga su aparición, ellos ya se encontraban en el hostal de nuevo.

Tomaron una ducha, Hinata se bañó primero, después le siguió Naruto. Ambos estaban cansados por caminar tanto durante la mañana y parte de la tarde.

El sol estaba por ponerse, Hinata estaba sentada viendo el atardecer, llevaba puesta su bata de hospedaje, cuando la puerta corrediza se abrió y de un momento a otro el rubio estaba sentado junto a ella.

—¿Qué haces aquí sola? —preguntó el rubio.

—Siempre me ha gustado ver el atardecer, me transmite un brillo y calma tan especial, siempre los asocie contigo Naruto-kun. —dijo Hinata con una cálida sonrisa.

—Nunca nadie me había dicho algo tan lindo jeje. —dijo el rubio algo apenado.

Hinata rio suavemente y continuó mirando el atardecer. Naruto, quien solo la miraba de perfil, la veía perfecta, como si ella fuera una obra de arte, su musa, sintió en mismo impulso de trazar su hermoso rostro con sus dedos.

—Hinata. —el rubio conmovido le agarró suavemente una de sus manos. —Quiero decirte...que gracias, gracias por ser mi esposa y apoyarme desde siempre aunque yo no me diera cuenta. Antes solía estar solo, pero ahora, te tengo a ti, soy el hombre más afortunado del mundo por tenerte a mi lado, te prometo, que nunca jamás te dejaré ir. Te amo.

—Naruto-kun. —dijo la chica con algunas lágrimas en los ojos. —Y-yo también te agradezco, por permitirme ser parte de tu vida, me has impulsado a seguir adelante y a nunca rendirme. Yo también te amo.

En un impulso lo abrazó fuertemente aferrándose a su cuello mientras Naruto la tomaba de la cintura.

El rubio tomó suavemente el mentón de Hinata y lo alzó para poner sus labios sobre los de ella.
La comenzó a besar suavemente, un beso lento pero marcado, seguían el ritmo de sus labios y el sabor que estos tenían, los besos de Hinata siempre eran dulces. Comenzaron a jugar con sus lenguas introduciéndolas y entrelazándolas, hasta que Naruto comenzó a bajar sus labios hasta la marca de su clavícula.

De pronto, una sensación conocida invadió el cuerpo de ambos, su temperatura comenzó a subir y sus sentidos temblaban fuertemente.

Naruto bajo suavemente su mano para acariciar las piernas desnudas de Hinata.

—Umm.— La ojiperla dejó escapar un pequeño gemido al oído de Naruto. Esto hizo que el rubio se excitara más.

Lentamente comenzó a desenredar el listón con el que se encontraba atada la bata, quería verla. Hinata lo deseaba, le daba vergüenza admitirlo pero deseaba lo mismo.

—Na-Naruto-kun...espera. —dijo Hinata en un tono suave. —Aún estamos afuera, ¿por qué no mejor entramos?

—Lo siento, tienes razón, me dejé llevar, pero déjame llevarte. —el chico tomó a su esposa en los brazos y la llevó hasta la cama.

Se sentaron en la orilla de la cama mientras se besaban, comenzaron con besos lentos y poco a poco comenzaron a subir cada vez más el ritmo.

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