Despertó jadeando y sudando, sintiendo su cuerpo temblar del terror, lo único que recordaba eran esos ojos que conocería en cualquier lugar y la sensación de que estaba a punto de tener un ataque de pánico, dejándolo sin dormir casi toda la madrugada.
—Yo... no lo entiendo, desde que me habían disminuido el medicamento no había tenido un ataque. —Murmuró.
—Es normal, Wooyoung, eso no quiere decir que estés volviendo a lo mismo, recaer es completamente válido, lo importante es la forma en la que te vas a levantar, en la que vas a enfrentarlo esta vez, ¿cómo conseguiste lidiar con eso?
—Yo... —Suspiró. —No lo sé, bueno... Pocos segundos después San apareció en el sueño y cuando supe que el estaba ahí me sentí seguro y... Logré dormir unas cuantas horas. —Se abrazó a sí mismo, avergonzado.
—San te ayudo mucho con tus ataques, ¿no es así?
—Lo hizo, el era el único que estaba para mi.
—De ahí viene tu dependencia, Wooyoung.
—No fue dependencia. —Dijo rápidamente. —Pero da igual, lo que haya sido quedó atrás, mi preocupación es que el insomnio no vuelva, mucho menos aumentar la cantidad de medicamento, me gustaba la forma en la que iba avanzando.
—Y seguiras avanzando, no te preocupes.
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Años atrás.
Sintió su pecho doler como si lo estuvieran desgarrando por dentro, con las manos temblorosas se abrazó a sí mismo para sentir un poco de consuelo, como si los brazos que lo estuvieran sujetando fueran los de San, pero ese pensamiento lo hizo llorar más.
Jadeo tratando de respirar y se quejó, golpeando el piso con sus piernas y comenzando a rascar sus brazos y sus muslos, tratando de desviar su atención.
—¡Wooyoung deja de hacer otro de tus putos berrinches! —Escuchó la voz de su madre gritarle desde abajo, pero eso solo logro que se encogiera y llorara aún más, segundos después escuchó cómo la puerta de la entrada se azotaba, dejándolo solo.
Las heridas que se había hecho los días anteriores se volvieran a abrir, no supo cuanto tiempo estuvo así, hasta que sus brazos le ardieron insoportablemente y sus ojos se cerraron fue cuando volvió a encontrar un poco más la calma, concentrándose en el dolor.
Cada día era una tortura, su condición iba empeorando, usando sudaderas incluso aunque hiciera calor, mirando a San de lejos ignorarlo, todo era su culpa, nunca debió de haber ido a la puta cita, al último no sintió ninguna conexión con el chico por estar pensando en San, en lo molesto que estaría y en que solo con el se siente cómodo, además, San le había confesado sus sentimientos, había sido un hijo de puta con él saliendo con otro chico cuando este le había dejado claro lo enamorado que estaba de él.
San tenía todo el derecho de mandarlo a la mierda, pero lo extrañaba, ya no sabía cuantos días habían pasado desde que se alejaron, suspiró caminando hacia su salón de clases, sintiendo su estómago doler, al igual que su cabeza, llevaba días sin comer y sin dormir, le ardían sus heridas, se sentía terrible.
Cuando iba subiendo las escaleras para llegar a su destino todo le dio vueltas, se agarró de la pared sintiendo su vista nublada y cuando pensó que estaba a punto de rodar por las escaleras sintió unos brazos rodear su cuerpo.