Ayuda - Paul

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Estaba tocando el piano, pero el sonido de mi móvil me paró. Me fijé en la pantalla y vi que era un número desconocido, pero igualmente descolgué por si acaso.

- Paul necesito tu ayuda, necesito que vengas a buscarme por favor. - no conseguí reconocer bien su voz, ya que estaba bastante agitada.

- ¿Álvaro? - pregunté preocupado

- Si, soy yo. - le temblaba la voz.

- ¿Qué te pasa? ¿por qué estás así?

- Ven y te lo cuento, pero necesito ayuda.

- Mándame la ubicación y voy ahora mismo.

- Vale.

Colgó y rápidamente me mandó la dirección, vi que estaba a 10 minutos de mi casa, por lo que decidí ir andando. Estaba ya vestido y solo me faltaba coger el abrigo, lo hice y salí prácticamente corriendo. Cuando estaba llegando empezó a llover a mares, yo seguía teniendo el abrigo en la mano, pero solo me puse la capucha de la sudadera y seguí mi camino.

Por fin lo vi, estaba sentado en el bordillo de la calle. Estaba calado y en manga corta.

- ¡Álvaro! - le grité mientras me acercaba a él.

Él estaba inmóvil, me senté a su lado y me quedé mirándolo unos segundos hasta que giró la cabeza hacia mi.

- ¿Qué ha pasado? - no tenía ni idea de porque estaba si, y me sentía bastante preocupado. - ¿Álvaro por qué estás así?

Empezó a llorar desconsoladamente, le temblaban las piernas y yo no sabía qué hacer. Se me ocurrió darle un abrazo, he de decir que yo no soy muy suelto para eso y me cuesta, pero sentí que él lo necesitaba. Le rodeé con los brazos y él apoyó su cabeza en mi pecho sin parar de llorar, a todo esto seguía lloviendo a mares, pero no nos movimos. Note que él se separaba un poco de mi para pasar sus brazos por mis caderas y abrazarme de verdad, "vale a sido buena idea", la verdad que tenía miedo de equivocarme al hacer eso. Para no hacerlo tan incómodo le acaricie un poco la espalda.

Estuvimos así un rato, de repente casi había parado de llover y ni me había dado cuenta.

- Gracias Paul - levantó la cabeza, se separó de mí y se secó un poco las lágrimas.

- ¿Qué ha pasado Álvaro? - volví a preguntar.

- ¿Te importa que vayamos a tu casa y te lo cuente?

- Vale, vamos.

El camino fue en un completo silencio, algo incomodo por mi parte, ya que me preocupaba mucho porque estaba así, y sobre todo no paraba de pensar en porque me había llamado a mi. Llegamos al portal y abrí para dejarle pasar, en el ascensor me atreví a romper un poco el silencio.

- Espero que no te den alergia los gatos. - sonreí un poco, intentando relajar el entorno.

- No - me miró y le mejoró algo la expresión. - que yo sepa.

Salimos del ascensor y abrí la puerta de mi piso volviendo a dejarle pasar primero. Estábamos los dos empapados por lo que pensé en dejarle ropa. El se quedó estático unos segundos en el cuarto de estar mientras yo dejaba las llaves y me quitaba las zapatillas

- Deja las zapatillas aquí. - rompí el silencio, creo que soné un poco borde. - Y ahora te dejo ropa seca.

- Vale. - se giró y se acercó donde estaba yo - Gracias.

- Ven a mi habitación. - Vino detrás mía, la verdad es que ninguno estábamos dispuestos a entablar una conversación como otras veces.

Lo primero que vi nada más entrar fue a Zuri, mi gata, sentada en la esquina de la cama.

La melodía de las amapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora