IV

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Si fuera por Jett él dormiría fuera de la jaula de Sora, vigilando su sueño, asegurándose de que nadie se le acercara o siquiera osara mirarlo, como un perro fiel y receloso que cuida de su dueño, como un dragón que mantiene a todos alejados de su tesoro, sin embargo, aquel tesoro no le pertenecía, se sentía un mal hijo al codiciar lo que era de su madre, se sentía aún peor al pensar en Sora como una posesión, sin embargo no conocía nada más, no sabía como querer, era un demonio, para él las cosas eran algo mas simples que los complicados sentimientos humanos, si le gustaba algo entonces lo quería, si algo le desagradaba entones se deshacía de ello, siempre y cuando eso estuviera en sus manos, pero con el ángel era diferente, no podía deshacerse de Belial, no podía hacer nada mas que contemplar aquello que nunca sería suyo desde la lejanía.

Se despertó en su habitación, a pesar de que salía a cazar periódicamente su cuerpo no se hacía más grande y no había señal alguna de sus cuernos, sin embargo, sentía como su cuerpo se hacía más fuerte día a día, siempre había sido fuerte, pero ahora podía derrotar bestias que hace años le tomaba hasta un día vencer solo en un par de horas, si eso no era signo de que sus cuernos crecerían entonces no sabía que era. Tan rápido como se desperezó se alistó rápidamente y bajó las escaleras corriendo, no se molestó en saludar a sus hermanos en el camino, tenía que ir rápido a la espesura en busca de las flores para Sora.

Nuevamente, al llegar frente a la jaula de barrotes dorados tuvo que fingir una sonrisa, fingir que no estaba mareado y que el miasma alojado en sus pulmones no se sentía como un millón de agujas perforando su interior. Si se mostraba diferente entonces el ángel mostraría una expresión preocupada, Jett sólo quería ver una sonrisa en el rostro de Sora, no quería otorgarle más sufrimiento, ya era suficiente con estar encerrado lejos de su hogar.

—Hola — se sentó frente a los barrotes, débil, dejando las flores donde el ángel las pudiera tomar.

—¡Jett! — dijo Sora con una sonrisa, apegándose a los barrotes, sentándose junto a estos y tomando con dulzura las flores entre sus manos. — Recibí tus flores ayer... ¿Por qué no me despertaste?

Jett simplemente sonrió, no siempre tenía fuerzas para hablar, no cuando eso significaba que su interior quemara, pero si lo que quería Sora era hablar, estaba dispuesto a perder su voz con el hecho de ver al ángel sonreír. El pequeño demonio había comprendido algunas cosas en su tiempo hablando con el ángel, en un principio este siempre se mostraba alerta y alejado de él, sin embargo ahora Sora se sentaba apegado a los barrotes y lo miraba a los ojos con dulzura, sus hombros se relajaban cuando hablaba y parecía que el estado alerta en el que siempre se encontraba de calmaba cuando hablaba con el demonio ¿Podía soñar con que el ángel se sentía de la misma manera que él?

Por otro lado, también sabía que no debía hablar de cosas corruptas o peligrosas, algo como asesinar o torturar no estaba en la lista de cosas favoritas del ángel y enseguida hacía que en el hermoso rostro de Sora se formara una expresión de tristeza y preocupación. Asimismo, si le hablaba de las cosas que había visto, de algún animal o simplemente una historia o folklore del infierno entonces el ángel lo escucharía atento con una sonrisa. Le gustaba la tierra por lo que a diario buscaba información sobre la tierra y los humanos para así también gustarle, tal vez si se comportaba más humano entonces el ángel lo querría más. Jett estaba dispuesto a ser lo que el ángel quisiera que fuese, aunque eso significara dejar de ser un demonio.

—¿Te parece si jugamos un poco? — propuso el ángel mostrando el tablero de ajedrez.

Jett asintió, llenándose con aquella sensación esponjosa y dulce dentro de su estomago que hacía que sus mejillas se volvieran rosa y Sora sonriera de ternura al verlo. Comenzó a decirle al ángel como mover sus piezas. No hace mucho a Sora se le habían ocurrido un montón de juegos para pasar el tiempo, a pesar de que ninguno tuviera nada de que hablar podían pasar el tiempo de aquella manera, otros días el ángel proponía leerle poesía o contarle antiguas historias de ángeles o de cosas que habían ocurrido en sus días de mensajero.

La Jaula del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora