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–Jon Leroux.

Un segundo más tarde el padre de Violeta contestó ante aquel nombre:

–Por favor, llámame Juan Carlos Hódar. Ni ese nombre ni ese apellido son míos ya...

Terror y tristeza, tantos años oculto de los brujos para que ahora todo quedara destapado.

La bruja dio un paso inconscientemente hacia Violeta, no podía dejarla sola sabiendo lo que iba a ocurrir allí.

–Juan Carlos, ¿qué está pasando...?–Susana preguntó.

–Cariño mío, no te preocupes. Vamos a hacer pasar a nuestras invitadas y lo hablaremos, ¿no?

Noemí asintió con la cabeza y pasó la primera hacia el interior del hogar. Por otro lado, fue Chiara la última en llegar a la puerta para pasar, pero Juan Carlos la detuvo en el umbral:

–Creo que esto ha dado un giro inesperado para los dos, pero antes de que todo se centre en mí, quería decirte que...–su voz era un susurro para que nadie más los escuchara–. A pesar del método, te agradezco que hayas salvado a mi hija. Con todo mi ser te lo agradezco, Chiara. Quiero entender que era la mejor forma y la forma menos invasiva para devolverle la vida, ¿no es así?–entonces el susurro amigable, pasó a ser una amenaza–. Porque si no fuera así, me acabaría enterando y aunque hace años que no uso la magia... Sé formas para cuidar de los míos. Y mi única hija lo es todo, ¿lo entiendes, verdad, Williams?

–Sí, señor.

–Bien–el hombre sonrió, cambiando totalmente su semblante y dándole un par de golpecitos en el hombro derecho–. Creo que tú y yo nos vamos a llevar bien.

Chiara asintió con la cabeza sin atreverse a abrir la boca, tragando aquel nudo de nerviosismo que sentía en su interior. Pasó al recibidor de la casa, guiándose por las voces que se escuchaban por aquel pasillo –con una decoración totalmente diferente a su hogar en Menorca–. Allí estaban todas las paredes decoradas con fotografías de la familia, fotos de Violeta de bebé y de niña, de la boda de los Hódar...

Violeta y ella se habían criado en mundos totalmente diferentes.

Al llegar al salón, vio a Violeta, estirando su mano para que fuera hacia ella, en el sofá justamente al lado de su madre y decidió tomar asiento en el brazo del propio mueble. Las únicas personas que había de pie en aquella sala eran Noemí y Juan Carlos.

–Necesito que alguien me cuente qué está pasando–expresó la actriz de musicales, mientras miraba a todos los presentes, siendo Chiara la última en cruzarse con sus ojos.

La bruja apretó los labios en una línea viendo cómo el hombre luchaba por buscar las palabras para explicarse.

–¿Sabes que siempre te digo que los brujos somos la casta más carca y clasista de todas?

Noemí fulminó a Chiara con la mirada.

–Siempre dices que estáis muy chapados a la antigua.

Violeta se aferró a su mano, agradeciendo que alguien hablase para contarle la verdad.

–Bueno, la imagen que damos es así por mucho que a algunos les duela oírlo... Y la verdad es que algunas familias sufrieron mucho durante décadas, por no ser suficientes para los de más rango. Los... Leroux, fueron uno de ellos, una familia con rangos de 19 y 20, fueron en detrimento hasta que hará unos veinte años, su único heredero desapareció. En aquel tiempo había una guerra fría contra los vampiros, así que se creyó que había muerto y no había rastro de él.

–Había conocido a tu madre aquel año, el amor de mi vida–agradeció Juan Carlos con la mirada a Chiara, para darle pie a comenzar con su historia–, y pronto estabas tú en camino. Y durante los primeros meses, pensé si sería capaz de ponerte en las mismas situaciones que viví yo. Los gestos y las formas; no me entiendas mal, no todos los brujos son así, pero hace veinte años... Todos tenían que mantener una imagen y si no era necesario, un Rango superior jamás iba a ser tu amigo. Y yo... no quería sentirme presionado en un mundo que ni siquiera parecía mío. No era uno de ellos, por mucho que tuviera magia... Y tu madre, siendo no-mágica iba a estar en peores situaciones que yo en ese mundo... Así que decidí esfumarme de Francia, dejé caer alguna pista suelta entre mis viejos amigos y me vine a vivir a Motril. Iba a dejar la magia para siempre y sabía que mi mundo ni siquiera me iba a echar de menos.... Durante los primeros meses tenía el miedo de que la junta me encontrase–Juan Carlos miró a Noemí–; luego naciste tú, y estudié psicología; lo siguiente que me preocupó era si tú tendrías magia, pero al no dar ningún rastro de ella, nos quedamos tranquilos con el pasar de los años y nuestra vida aquí... Hasta ahora. Siento no habértelo contado antes, Violeta... pero era mejor que ese apellido muriese y no nombrarlo nunca.

I put a spell on youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora