3.

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Si dos días atrás le hubieran contado a Chiara todo lo que iba a suceder en su vida, no se lo creería. Todavía tenía en la cabeza el hechizo y el sabor del beso en los labios... El beso sobre todo era lo que más vueltas le daba.

Aquellos ojos oscuros llenos de un deseo puro por ella; algo en su interior había estallado en aquel momento.

Era como una adrenalina constante por todo su cuerpo; era emoción, ansia y locura. Una necesidad constante, y repentina, por Violeta. Y entonces entendió la parte en la que ella también sacrificaba algo. Si antes había estado colgando de un abismo, ahora ella misma se había acabado de lanzar al vacío.

Parpadeó un par de veces después del beso, pero es que al segundo todo su alrededor se esfumó. Todo se volvió oscuridad. Como si las propias sombras hubieran engullido a Chiara...

Lo siguiente que recordó era estar sentada y adormilada en un banco de madera. Sus manos fueron rápidamente a la superficie para no caerse.

¿Qué ha pasado?

Estaba en otro lugar, Chiara lo sabía; había pasado de estar inclinada sobre Violeta en el hospital de Madrid, después del beso, y ahora... De repente, estaba en un lugar totalmente diferente. Fue el momento en el que se sintió observada como si realmente no estuviera sola, tampoco...

Solo cuando levantó la vista se encontró con treinta pares de ojos puestos en ella.

Reconoció a esas treinta personas al segundo; reconoció la estructura de madera que casi la rodeaba en el medio; reconoció también a su madre...

Treinta asientos; los treinta brujos más importantes la observaban en aquellos momentos. Había pasado de estar inclinada sobre Violeta, sobre sus labios, para ser engullida por la oscuridad y pasar a estar enfrente de la junta de brujos.

¿Cómo...?

–¿Estás bien?

Sin embargo, Noemí estaba en el centro con ella en aquel banco de madera, a su lado, y no en el puesto más alto de la junta en la cabecera de la mesa. Chiara no quiso volver a mirar hacia el lugar de su madre; no por miedo, sino porque no la quería decepcionar.

La inglesa se relamió los labios y asintió levemente con la cabeza.

–¿Cuántas veces has sido juzgada en todos tus años como directora, Noemí?

Aquella pregunta llegó con fuerza e hizo que ambas mujeres se tensaran en el banco.

–Las mismas veces que me habéis dado la razón, Manu Guix.

Un par de risas junto con un alboroto estalló en la sala de la junta haciendo que la directora sonriera de lado; casi como queriendo decir que se había defendido a la perfección en el primer ataque.

–¿Qué está ocurriendo?–le susurró Chiara a Noemí.

–Estamos siendo juzgadas por el hechizo. Di parte justo en el momento en que lo íbamos a hacer, hubiera sido peor ocultarlo, créeme... y nos arrestaron justo después de que Violeta se despertase y te besara.

Chiara cerró los puños con nerviosismo y tensó los labios en una línea recta; nunca la habían juzgado por nada.

Sin embargo, su máxima preocupación estaba en otro lugar.

Aquel beso y Violeta.

–¿Y que va a pasar...?

–¿En el peor de los casos?–murmuró Noemí, sin mirarla– Deshagan el hechizo de Violeta y no creo que sobreviva después de eso, es demasiado pronto como para... A ti te prohíben usar la magia y a mí me echen de la junta, efecto inmediato, con la misma prohibición que a ti–Oh shit–. Pero eso no va a ocurrir. Tengo un plan.

I put a spell on youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora