21.

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El fin de año balinés se presentaba como algo nuevo y emocionante para Violeta y Chiara; habían pasado los dos días anteriores, impregnándose de las tradiciones, de las ofrendas a los dioses, de las flores, de los colores tan vivos y la pureza en sus gestos. Se habían pasado dos días en temperaturas paradisíacas, en playas aún más bonitas de las que jamás se hubieran imaginado, como una pareja normal. Como una pareja en plena luna de miel.

Se habían olvidado del mundo real, de Madrid, de Barcelona y de Menorca, de la magia y todo lo demás que no fueran ellas.

Al menos hasta que llegó la mañana del 31 de diciembre:

–Dijimos que nada de trabajo–le acusó Violeta, totalmente desnuda, desde la ducha abierta y expuesta que había al aire libre.

Las habitaciones en aquel hotel cinco estrellas eran pequeñas casas independientes en segunda línea de playa, con su propia parcela exterior totalmente recubierta de naturaleza. Era una habitación amplia de tonos tierra y madera con una gran cama con dosel y cortinas; un amplio salón con televisión; una cocina totalmente equipada y un lavabo completo, junto con un jacuzzi. Todo aquello llevaba a unas ventanas, que iban desde el suelo hasta el techo y se abrían en abanico, y daban a esa pequeña piscina rodeadas de plantas verdes y a aquella ducha exterior en la que se encontraba Violeta.

–No tardaré ni una hora en volver, lo prometo.

Chiara se apoyó en aquellas ventanas, que estaban totalmente abiertas en abanico, mientras miraba el agua cristalina de la piscina, recordando que la noche anterior habían pasado las horas mirando las estrellas desde ahí metidas, hablando sin cansarse la una de la otra.

Violeta cortó el agua, y de espaldas, giró su cabeza para mirarla por encima del hombro. Los mechones pelirrojos caían mojados a los lados de su rostro, mientras que las gotas de agua recorrían todo su cuerpo...

–Tiene que ser importante.

–Lo es.

Iban a darle la impunidad a Diaz por el ataque del licántropo y quería poder evitarlo, aunque Chiara sabía que era prácticamente imposible.

–Lo digo porque podrías estar conmigo en esta ducha y luego...

Al instante, Chiara levantó los ojos verdes para encontrarse con la penetrante e intensa mirada de Violeta que le estaba invitando abiertamente a unirse a ella. Dio un paso hacia adelante, sintiendo como sus pies descalzos empezaban a mojarse al estar aún más cerca de aquella ducha; estaba a un segundo de tirarlo todo por los aires, y sin quitarse la poca ropa que llevaba, meterse con ella.

Y besarla hasta desgastarla.

–Vio...

–No–la detuvo con un dedo; aquella vez fue Violeta la que desnuda, caminó hacia ella–, tienes cosas que hacer en Barcelona. Ve.

Esquivó a Chiara, sintiendo como aun la menorquina la seguía con la mirada, mientras caminaba con total libertad por la habitación y cogió la toalla que previamente había dejado en la cama de matrimonio. Se abrazó la toalla al cuerpo, secando su rostro primero.

–No es justo.

Violeta se mordió el labio inferior, antes de girarse sobre sus pies, mirándola de arriba abajo. Chiara llevaba aquella camiseta de manga corta que le llegaba hasta la mitad del muslo, una camiseta que era de Violeta, y que le quedaba tan bien...

–No, no lo es.

Chiara tiró la cabeza hacia atrás, con total frustración sexual.

Habían sido dos días llenos de carga sexual; de largas sesiones de besos, como si fueran dos adolescentes; de tensión sexual no resuelta... y sabía que el ritmo lo llevaba Violeta en aquel sentido, pero se moría de ganas de poder estar con ella, sin que la dualidad -por culpa del hechizo- en la actriz las llevase a parar. Quería besarla hasta no poder más, quería recorrer aquellas curvas y atrapar las gotas de agua con su lengua y...

I put a spell on youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora