16.

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Chiara puso una mano en la pared e hizo subir la temperatura del piso con un hechizo sencillo:

–Vamos a jugar, perro pulgoso.

Al instante, hubo un gruñido animal y algo moverse a toda velocidad hacia ella, aquello le hizo saber a la bruja que no había sido su mejor frase como presentación:

Fuck. Shit. Mierda.

Un segundo más tarde estaba volando por los aires, chocando con su espalda contra la pared más lejana.

Todo el oxígeno se le fue de los pulmones en el impacto.

Durante una milésima de segundo se quedó medio ida con los ojos cerrados, dolorida y de culo en el suelo, después de aquel golpe. Auch. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de reacción porque sabía que el segundo ataque no tardaría en llegar, así que rápidamente desapareció del pasillo, para ocultarse en la cocina, detrás de la isla de mármol blanco.

Aquel escondite le daría unos treinta segundos, lo justo para recuperarse y pensar un plan.

Chiara, muy adolorida, se tocó las costillas notando una punzada de dolor tremenda.

Mierda, está rota...

–¡Maldita bruja! ¡Sal de tu escondite!

Ignoró aquella voz profunda del licántropo y empezó a abrir los cajones y los armarios de la cocina de forma silenciosa; en algún lado debería estar el botiquín de emergencias y en algún lugar debería tener pequeños recipientes de cristal con pociones sanadoras de su padre. En algún lugar de aquella cocina las había tenido que guardar...

–Aleluya...–susurró aliviada cuando las encontró.

Después de un largo trago, ingirió una y, al instante, Chiara se encontró mucho mejor. Sabía que la fractura en la costilla seguiría estando durante toda la pelea, pero al menos podría pelear sin dolor.

–¡¿Así peleáis los brujos?! ¡Tan cobardes siempre!

Por la cercanía de la voz estaba en el salón a pocos pasos de ella.

La menorquina, de un salto, se puso de pie y lo miró a la cara:

–Es que ni siquiera te has presentado, ¿sabes?

Vio aquel ser salvaje por primera vez con claridad; un hombre lobo de gran tamaño y de pelaje claro. Chiara gimió internamente, iba a ser una dura batalla.

Armas, necesito armas.

En el momento exacto en el que aquella criatura se giró hacia ella y de un gran salto se abalanzó, sobrepasando uno de los sofás y la encimera de la isla que separaba la cocina del salón, pero aquella vez Chiara fue más rápida y volvió a desaparecer de allí.

–¡No podrás seguir desapareciendo, maldita niña!

Y era verdad.

Chiara, aquella vez se había ocultado en su habitación, mientras buscaba en aquel desastre que tenía por armario unas navajas de defensa personal, hechas de plata. No podría seguir desapareciendo así como así; aquello la agotaría totalmente, y más después de aquella noche que ya había dado algún que otro viaje.

Volvió a apoyar una de sus manos contra el suelo, e hizo que aún aumentará más la temperatura...

Era pleno agosto, a más de cuarenta grados, en aquel apartamento.

Si yo me voy a cansar, tú también lo harás...

Contra más calor, más le iba a costar respirar.

I put a spell on youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora