12.

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–Joey...–le reprochó una vez más su madre.

–Pero... ¡mooooom!

Chiara miró a su hermano pequeño a punto de llorar en aquellos momentos; era una mezcla de rabia, impotencia y sueño. Todo a la vez en un niño de seis años, que lo único que necesitaba era su siesta de por la tarde.

–Joey, te prometo que volveremos a jugar–cortó Violeta, arrodillándose a su altura para que le pudiera mirar a los ojos.

–¿Seguro? ¿Lo prometes?

–Claro, ¿la semana que viene...?–la granadina miró hacia Chiara, confirmando lo que estaba a punto de decir, solo cuando la inglesa asintió con la cabeza continuó con la frase–. La semana que viene estaremos otra vez aquí y si quieres puedo traer más juegos de mesa...

-¡Sí!

–Pero ahora tienes que echarte esa siesta, ¿vale?

El pequeño, feliz con la noticia, no rechistó más y besó a cada uno de los presentes antes de ir directo a su habitación acompañado por Jasmine.

Chiara removió de nuevo el café con la cucharilla, en el comedor del hogar Williams, con una pequeña sonrisa en sus labios. Aquel gesto había sido demasiado bonito como para contenerse, incluso sus propios padres se dieron cuenta de ello:

–Se te dan muy bien los niños, Violeta.

–Mamá...

No hizo falta levantar la vista para entender el mensaje subliminal en aquellas palabras:

–¿Qué? Solo es un comentario.

No, no es solo un comentario.

–Me gustan mucho los niños, siempre quise tener algún hermano o hermana–Violeta se encogió de hombros–. No tenía primos ni nada, así que...

En aquel momento, Chiara levantó la vista del café y la vio enfrente de ella en la mesa del comedor y le sonrió con cariño; sin embargo, Violeta tenía la mirada perdida en algún punto de la pared recargada con decoración muy al estilo británico.

Emma miró a su marido con una sonrisa:

–Será precioso cuando tengamos otro pequeño Williams por aquí.

–¿Por qué tiene que ser un WIlliams?–contestó al instante–. Podría ser un Hódar.

–No, Chiara...–Emma negó con la cabeza, echándose un poco hacia atrás en aquella silla a punto de darle un sorbo al café–. Eso no...

–¿Por qué, no?

Notó la mirada de Violeta yendo hacia ambas mujeres, pero la la joven de ojos verdes no iba a dar su brazo a torcer. No iba a dejar que su madre diera por hecho cosas de su vida conjunta con Violeta, ni siquiera ella la podía dar por hechas a aquellas alturas.

–Eso, honey, ¿por qué?–la voz de su padre llegó como una salvación en aquellos momentos–. Jo vaig deixar-ho... Yo dejé mi apellido por ti, porque quise y sabía que era importante para ti. Si Chiara quiere hacer lo mismo, no veo el problema. Cap problema, de fet.

Chiara levantó la taza para tapar la sonrisa que estaba apareciendo en aquellos momentos en su rostro; vio la cara de su madre, abriendo y cerrando la boca, sin poder decir nada más. Porque no podía, su padre había ganado aquella batalla...

A pesar de eso, Emma se levantó de la silla, junto a su taza, y le hizo un gesto a Pepe para que le siguiera inmediatamente a la cocina.

–Espero que mi padre no se haya metido en problemas por mi...

I put a spell on youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora