17.

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El olor.

Chiara respiró con calma aquel aroma con los ojos cerrados.

Era hogar; era dulce y avainillado; era el olor de las primeras gotas de lluvia. Era como la brisa del mar que te golpea como una ola.

Era fresco y revitalizador.

–Violeta, filla meva...

En aquel momento, Chiara abrió los ojos de nuevo para mirar a su padre durante unos segundos viendo la frustración y el cariño, por partes iguales, en su rostro.

Desde el momento en el que había abierto el armario para sacar a la pelirroja de allí, hacía casi una hora, Violeta se había aferrado a ella entre lágrimas. Chiara no había podido, ni querido tampoco, desprenderse de Violeta de su lado. Ambas habían pasado miedo, pero entendía que aquella había sido la primera experiencia de un ataque de la no-mágica y su reacción era más que comprensible...

Las manos de Violeta se aferraban a ella con necesidad, mientras hundía la cara en su cuello. Chiara estaba sentada en aquel destrozado sofá, al menos en lo que quedaba de él, con la actriz encima de su regazo. El problema era que el sanador estaba intentando curar las heridas de la batalla en su hija:

–No importa, no me duelen las costillas.

–Pero las tienes rotas, Chiara–comentó sin dejar de mirar a su hija y al "koala" que tenía encima–. El corte de la cara ya está, pero necesito que...

Pare, no importa. Després.

El hombre asintió a regañadientes con la cabeza haciéndose a un lado; sería después, entonces.

Al ver cómo se levantaba, después de haber estado arrodillado delante de ellas, Chiara vio cómo su padre arrugaba el rostro al ver el destrozo del apartamento en Barcelona. La bruja era incapaz de mirar durante más de un segundo a su alrededor. Le era imposible porque le dolía ver su hogar hecho a pedazos, más que sus costillas rotas.

Con sus manos se aferró a la cintura de Violeta con todas sus fuerzas y la pelirroja suspiró contra su piel.

–Cuando lleguemos a casa, te curaré bien. Y miraremos el estado de Violeta... es obvio que algo en ella y en el hechizo han cambiado esta noche.

Era más que obvio.

Durante un segundo, la bruja asintió con la cabeza, pero luego cayó en la cuenta de sus palabras:

–¿Casa? Pensaba ir a un hotel con...

–Si, home–cortó antes de que acabara la frase–. Con lo que me ha costado convencer a tu madre para que no fuera en busca de las Díaz al segundo de recibir tu alerta y las hechizara hasta dejarlas calvas, como para dejaros solas... No. Os venís y dormís en casa. Y yo me quedaré más tranquilo sabiendo que tengo a mi familia protegida entre esas paredes llenas de hechizos centenarios Williams.

–Pero...

–Chiara, que no. Está decidido. Os protegemos en casa. Y así tu madre se resistirá a las ganas de maldecir a ciertas brujas... al menos hasta que haya un juicio.

Notó cómo una de las manos que tenía encima le daba cierto apretón sobre los hombros, era Violeta también poniéndose de la parte de su padre. Un segundo más tarde, Chiara suspiró con alivio, al menos Violeta era consciente de lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos...

Es cuestión de tiempo que vuelva en sí...

El estado de shock iría disminuyendo con el pasar de los minutos.

–¿Vivi, quieres algo? ¿Agua...?

Su padre asintió antes de poder contestar la pelirroja, dando por hecho su respuesta, y un segundo más tarde trajo un vaso:

I put a spell on youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora