Parte 13: nuevos sentimientos

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Es por la mañana, y Christine se estaba preparando para asistir al instituto. Se había cepillado bien el pelo y ahora bajaba a la cocina a desayunar.

Cuando bajo, se encontró a su padre haciendo el desayuno.

Mackenzie: Buenos días, hija, ¿qué tal has dormido?

Christine: Bastante bien, gracias. ¿Que hay para desayunar?

Mackenzie: Pues tenemos tortitas.

Christine: Vaya, con lo que a mí me gustan las tortitas.

Mackenzie: Pues será mejor que las comas rápido, porque el autobús no tardará en llegar.

Dijo sirviéndole el plato mientras miraba también el reloj.

Christine: Huy, es verdad, no puedo tardar.

Dijo mientras comenzaba a comer su desayuno. Después se lavó los dientes, cogió la mochila, despidió a su padre y se fue a coger el autobús que ya había llegado.

Antes de entrar, su padre la paró en la puerta.

Mackenzie: Espera, hija, que se te olvida el bocadillo.

Christine: Es verdad *lo coge* Gracias, papá. Hasta la tarde.

Dijo para después subir al autobús. Mientras el bus se dirigía al instituto, paró en la casa de Nico, su compañero de clase, y este se sentó al lado de ella, lo que la sonrojó un poco.

Nico: Buenos días, Christine.

Christine: Ho-hola, Nico, ¿qué tal la mañana? *algo nerviosa*

Nico: Como casi siempre, mi madre tuvo que sacarme a rastras de la cama. ¿Y a tí?

Christine: Bueno, a mí casi se me olvida el almuerzo.

Nico: Jeje, no tenemos remedio, ¿eh?

Christine: Ya, jeje, a veces somos de lo que no hay.

Así siguieron charlando durante el trayecto, y Christine de vez en cuando se ponía nerviosa cuando Nico hablaba, o se sonrojaba al tocarlo. Al llegar al instituto, Christine fue a coger algo a su taquilla, pero no se acordaba de que su taquilla estaba justo al lado de la de Nico, y, en un momento, a Christine se le cayó un libro.

Christine: Vaya, hombre. *se agacha para cogerlo*

Nico: *lo ve* Ya te lo cojo.

Nico también se agacha para cogerlo, pero al hacerlo toca la mano de Christine, que estaba posada en el libro. Los dos chicos se miraron a la cara, y sus rostros se ruborizaron.

Christine: *coge su libro* Gra-Gracias por querer ayudarme.

Nico: *con voz temblorosa* No fue nada.

Y los dos se fueron con paso acelerado a sus respectivas clases. El resto del día fue algo parecido, cada vez que se cruzaban en el pasillo o se daban la mano, uno de los dos o los dos se sonrojaban. Al llegar a casa, Christine decidió preguntarle a su padre él por qué de esos sentimientos.

Christine llega a la cocina, donde estaba su padre esperándola para comer.

Mackenzie: Vaya, al fin llegas.

Christine: Sí, jeje. Oye, papá, ¿puedo preguntarte algo?

Mackenzie: Claro, hija, ¿qué pasa?

Christine: Veras, hoy en el instituto he estado varias veces con Nico y, no sé por qué, me ponía nerviosa cada vez que se acercaba o me hablaba. También, cuando me daba de la mano, me ruborizaba. ¿A que se debe eso?

Mackenzie: Oh, hija, eso son sentimientos de amor.

Christine: ¿Que?

Mackenzie: Claro que sí, yo también tenía esos sentimientos con tu madre.

Christine: Entonces... ¿estoy enamorada?

Mackenzie: Claro, hija. Pero no pasa nada, eso es normal.

Christine: Gracias por eso, papá. *va a abrazarlo* Ahora me siento más tranquila.

Mackenzie: De nada, querida, ya sabes que yo estoy para lo que sea contigo.

Dijo mientras correspondía el abrazo.



Ella no está en este mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora