Capítulo 18: A escondidas

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El entrenamiento se desarrollaba de forma normal, ya estaban entrando al invierno y las temperaturas comenzaban a bajar así que el día estaba algo frío, pero viniendo de Inglaterra no era algo ajeno a él ni qué le molestara, estaba más que acostumbrado. No era el caso de Nico, que a pesar de llevar ya varios años en Madrid aún renegaba del frío de la ciudad, acostumbrado al clima agradable y templado de su Tenerife natal.

Se veía tan tierno con su nariz enrojecida y sus guantes negros, frotándose los brazos de vez en cuando para calentarlos, tan exagerado pensó Jude con una sonrisa divertida.
Él quería tanto abrazarlo hasta que se le fuera el frío y llenarle la cara de besitos, pero estaban en público así que había que comportarse, por muy difícil que fuera.

Aún así, eso no impidió que le diera un pequeño abrazo desde atrás. Un abrazo puramente fraternal, claro, como los amigos que se supone que eran, si se le escapó un pequeño chirlo en el culo del rubio eso también había sido un mero gesto de camaradería.

Después de lo que pasó en casa de Nico y de que confesaran sus sentimientos mutuos, llegaron a una especie de acuerdo de mantener su relación en secreto, por el bien de sus carreras. Sabían que revelar lo que pasaba entre ellos podría ser perjudicial en un ámbito tan cerrado como lo era el mundo del fútbol.

Con lo que no contaban es que, después de tanto tiempo deseándose mutuamente y de tanta restricción autoinfligida, les iba a ser tan difícil sacarse las manos de encima. Aquel beso en casa de Nico fue como si un dique de contención se hubiera roto y ahora nada podía frenar el aluvión de agua, en éste caso, el deseo mutuo.
No podían evitar buscar constantemente la cercanía el uno del otro. Las miradas cómplices, las sonrisas secretas y el deseo de tocarse se volvieron difíciles de contener.

Aunque se esforzaban por ser discretos, se encontraban dándose caricias sutiles y besos furtivos en momentos íntimos y a escondidas.

Durante los entrenamientos, se buscaban constantemente con la mirada. Un guiño discreto, una sonrisa cómplice, un roce casual de sus manos al pasar por al lado del otro. En el vestuario, se robaban momentos breves pero significativos, como una caricia disimulada en el caos del vestuario lleno de compañeros de equipo.

Se sentían como dos niños haciendo una travesura.

De pronto aquella rutina de ducharse en el vestuario frente al resto se sentía diferente, había visto varias veces el cuerpo desnudo de Nico, pero ahora era distinto, ahora era suyo. Se permitía verlo más a detalle, su piel blanca pero con un ligero bronceado dorado, sus tersas y fibrosas piernas, su cintura pequeña que parecía hecha para estrecharla con sus manos, por no hablar de ese culo redondo y firme en el que prefería no reparar demasiado porque sus compañeros estaban ahí también y no quería que su cuerpo dejara en evidencia sus pensamientos pecaminosos hacia su "amigo".

Podía sentir también cierta territorialidad más a flor de piel, si bien siempre fue algo posesivo con Nico, ahora era peor. El ver a su rubio en paños menores en medio de una habitación llena de alfas despertaba de alguna manera sus instintos más bajos. Sabía que en general los alfas no solían fijarse tanto en los betas, en especial los masculinos, pero Nico era una excepción, era precioso, delicado sin ser débil, tenía un cuerpo curvilíneo y, aunque muy leve, tenía un aroma fresco y rico. Le constaba que no era el único alfa que se sintió atraído por él, había escuchado más de un comentario sobre lo bonito que era y que no se lo pensarían mucho si tuvieran la chance de estar con él.

Eso sin contar a Arda, aunque Nico le había aclarado que solo eran amigos y que éste solo lo había ayudado a darle celos, Jude no era tonto y sabía que el otro alfa sentía cosas por su chico.

Esos pensamientos no hicieron más que aumentar la necesidad de acercar al rubio y dejar en claro frente a todos que era suyo. Era un pensamiento totalmente primitivo y tal vez cuestionable, pero no podía evitar sentirlo así. De todos modos se supone que su relación era secreta así que debía guardarse sus ganas. No podía, o mejor dicho, no debía hacer nada.

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