Un año pasó desde que Eva fue a su primera sesión de terapia psicológica, un año desde que Silvia cerró sus ojos por última vez y un año más para agregar a su edad.
Así es, hoy era el cumpleaños de Eva Murieta.
No iba a ser un festejo tan grande, no le gustaban las multitudes ni ser tanto el centro de la atención. Prefería algo pequeño; pastel, a su familia festejando un año más de vida para ella y algunos regalitos.
A su casa llegaron amigos de sus padres, personas que no conocía para nada. Amigos de su hermana menor, los cuales le importaban poco. La soledad se hizo presente en la castaña.
Había invitado a sus propios amigos, pero ninguno se había presentado, pues todos resultaron con un compromiso de por medio o simplemente no querían asistir. ¡Y lo comprendía completamente! Ella no era tan interesante o importante como Javier, Valeria o Silvia, quien incluso muerta aún era apreciada por sus recuerdos.
Sonrío suave a los invitados y fue al baño, encerrándose en el pequeño cuarto y sentándose en el suelo, abrazándose a sí misma mientras lagrimeaba un poco... Se sentía triste, solitaria... Inútil.
No duró mucho dentro del baño; se limpió las lágrimas, respiró profundo y salió del cuarto de baño con una sonrisa radiante.
No pasó mucho cuando su celular comenzó a sonar, anunciando una llamada de parte de Javier. Contestó alejándose del grupo de personas, intentando sonar alegre.
–¿Diga?– Su voz suave resonó en la cabeza de Javier por unos instantes, haciéndolo respirar hondo, como si se mentalizara para hablar. No quería arruinarlo.
–Sal de tu casa, estoy acá afuera.– Pronunció serio, sin darle rodeos al asunto.
–¿Qué haces afuera?– Preguntó genuinamente curiosa. –Mis padres te conocen, puedes entrar como si fuera tu casa y nadie va a decirte nada.– Intentó convencerlo, aunque sabía que convencer a Javier era ganarse la lotería; casi imposible.
–Estás rodeada de gente y quiero hablar contigo a solas, por favor sal.– Le suplicó. Eva se sonrojó por el acontecimiento histórico, pues Javier no era del tipo que rogaba.
Colgó la llamada y salió rápidamente de casa, solo avisándole a su madre que le esperaban fuera, que no tardaría nada. Justo fuera de su portón, un chico alto, bien vestido y hasta perfumado la esperaba.
–¿Qué te pashó?– Decir que la cumpleañera no se había asombrado era mentir, incluso tuvo un pequeño infarto por lo bien que se veía Javier en ese momento.
–Solo me vestí para la ocasión, tonta. Cosa en la que tú fallaste.– Pronunció Aeron; la personalidad iracunda de Javier.
Desde hace ya un tiempo, Villalobos comenzaba a ver a Murieta con otra perspectiva, con unos ojos diferentes a los que la veía usualmente. Comenzaba a atraerle. Y no iba a aceptarlo tan simplemente.
Los demás en su cabeza comenzaban a sentirse igual con respecto a la chica, o incluso a no sentirla tan molesta como antes. Javier comenzaba a amarla, pero prefería reprimir ese sentimiento antes de admitirlo a viva voz.
Se miraron a los ojos por un momento, poniendo incomoda a la más bajita.
–Este... ¿Qué te trae por acá?– Preguntó con cuidado, algo nerviosa. La situación se puso extrañamente cálida y reconfortante.
El chico frente a ella reaccionó y sacó algo de su bolsillo delantero del pantalón; un collar de plata con un dije en forma de gato.
–Feliz cumpleaños, Evi bonita.– Fue el turno de Marlon por hablar, entregándole el collar a la chica.
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Sueños sin razón
RandomEsta historia es solo para publicar sueños raros que he tenido desde que entré a preparatoria, también publicaré algunas ideas que se me vengan a la cabeza y/o borradores de cualquier cosa. No esperen lógica... Porque no la hay.