Vous sentez-vous aimé ? - Gregstophe

Casser

Se levantó algo cansado, pero cuando recordó que Wendy y él iban a hacer un trabajo juntos mientras apagaba el despertador, le dio una sobrecarga de energía y bajó las escaleras para encontrarse a sus padres y el desayuno.

Una vez que desayunó, se llevó su mochila y partió a la casa de Wendy.

Al llegar a la dirección tocó la puerta educadamente y le recibió la madre de Wendy, quién respondió al gesto elegantemente y subió a la habitación de Wendy.

Tocó la puerta, y una voz desde dentro le indicaba que pasase.

-Saludos, Wendy.-

-Hola, Gregory!- Saludó, con la característica voz en la que las chicas le solían hablar, pero distinguía en las chicas las emociones fingidas.

-Qué bonita habitación. Está muy bien ordenada, me encanta.-

-Gracias!-

Gregory se sentó en la alfombra, donde dejó sus libros delante de él, para que Wendy sacase una cartulina.

-¿Quién va a escribir en la cartulina?- Preguntó para luego responderse a si misma.

-Bueno, yo, mi letra está mejor.-

-Está bien- Sonrió

Mientras uno dictaba lo que tenía que poner, el otro lo ponía en la cartulina, así pasados 20 minutos.

-Oye, me he enterado de que has cortado con Stan..-

-Estoy muy apenado por ti... ¿Estás bien?-

-Claro, él es un mierdas.-

-Me alegro de que lo hayas superado.-

Volvieron al mismo mecanismo hasta rellenar toda la cartulina. Gregory se estiró aliviado por terminar al fin, y luego miró a Wendy, que estaba guardando la cartulina y preparando sus cosas para ir a la escuela.

De repente, Gregory se acercó a Wendy, que giró el rostro para ver a Gregory, quien puso las manos en su rostro y la besó. No fue tan solo un segundo, que sintió como lo empujaban, separando el beso. Él la miró confuso, esperando una respuesta.

-¡¿Qué coño haces?!-

-No lo sé, terminaste con Stan y pensé que...-

-¡Fuera!-

Gregory se levantó, dio un portazo y bajó hasta el salón, donde se fue confundido de aquella casa. "Perra estúpida" pensó.

Se sentía mal, algo que todos llamarían "corazón roto" él lo llamaba obstáculo.

Solo se sintió apenado todo el trayecto, intentando no pensar en ello, como si no hubiera pasado nada hasta llegar al colegio. No había sonado el timbre de entrada, apenas faltaban 30 minutos para empezar, y esa hora era la que en los matones se juntaban para hablar de cosas que él por supuesto no sabía, pero no quería saberlo y arriesgarse en salir con una pierna rota, así que dejó su mochila en el aula en la que le tocaba estar y al salir no vio a nadie conocido, por lo que pensó que podía hacer ahora.