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Capítulo 2:
"Cuando el caos comienza"

Nota mental:
Siempre hazle caso a tu abuela.

Austin Gallagher Jr

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Austin Gallagher Jr.

Hijo único de mi madre, un bastardo más de mi padre. De pequeño solía preguntarme cómo una mujer tan encantadora como mi madre había sido capaz de ponerle el ojo encima al único imbecil con una fuerza de voluntad tan gigante como para abandonarla el mismo día de mi nacimiento para irse a ver un juego de hockey.

De grande seguía preguntándome lo mismo.

Tal vez nombrarme como mi padre no había sido muy inteligente por parte de mi madre, ya que su nombre solo traía desgracias a mi vida. Pero quién era yo para reprocharle un simple nombre.

Al fin y al cabo, ambos ya estaban muertos.

Sin una vida de lujos y sin alguna reliquia familiar de extremo valor que llevarme a la tumba. Solo mi batería y yo contra el mundo.

–Creo que vas tarde, de nuevo –escucho su voz a través de la música.

Me quito los cascos y así mismo dejando de golpear las baquetas contra el instrumento.

–El tiempo es relativo, abuela –recojo la mochila para colgarla en mi hombro. Me acerco hasta ella para darle un beso en la mejilla y evitar que siga frunciendo el entrecejo–. Nos vemos más tarde, te quiero.

–¿Sabes? He pensado qué tal vez debas quedarte en casa hoy –dice dubitativa.

Sonreí con confusión.

–No puedo perderme el primer día, Lorena.

Por mucho que quisiera dejarme sonsacar por mi abuela, me había prometido a mí mismo que este último año escolar trataría de terminarlo de la mejor forma. Al fin y al cabo, si lo de la banda no funcionaba, tendría que escoger mi plan B.

La mencionada parece querer decir algo, pero se lo calla. Me da un corto abrazo y nos despedimos, no sin antes echarme tres padres nuestros encima. Me coloco de nuevo los cascos y me encamino hasta el instituto tarareando las canciones de mi banda favorita, twenty one pilots.

Supe que abuela tenía razón cuando encuentro los pasillos desolados. El pensamiento de devolverme y hacerle caso me invade por un momento, pero decido ignorarlo.

–Gallagher, estás castigado. Te quedas una hora más después del timbre.

Ruedo los ojos con irritación.

Bueno, haber entrado como si la felicidad estuviera detrás de la puerta no había sido muy inteligente de mi parte.

Me siento en el fondo sin darle mucha importancia al tono rabioso de la profesora y a las miradas curiosas. Me quito los cascos y conecto fijamente mi mirada con el único par de ojos que seguía sobre mí.

Hannah Clark. La típica niña pija del instituto.

La chica se sonroja y aparta la mirada de golpe. Sonrío internamente al saber que al menos también tenía un poco de control sobre ella.

La clase continúa, haciéndome preguntar mentalmente quién le había dicho a la profesora que sería buena idea repasar los temas vistos el curso pasado pero estaba seguro que ignoraba que media clase bostezaba del aburrimiento, incluyéndome.

No fue hasta que todos los presentes fijamos nuestra atención en cómo se acercaba hasta la mesa de Hannah, dándole un golpe estruendoso a la madera, suficiente para despertar a la pobre chica.

–Señorita Clark, veo que está muy interesada en mi clase así que no creo que le moleste quedarse una hora más después del timbre.

La mayoría de mis compañeros, incluyéndome, ríen ante la pequeña escena. Clark parece avergonzada pero estaba seguro de que en el fondo quería asesinar a la señora García por dejarla en ridículo.

Finalmente el timbre suena y todos parecen huir de una jaula de leones. Todos, excepto la niña pija y yo. La profesora nos indica que debemos escribir un ensayo juntos sobre porqué es importante las horas de sueño en el cuerpo humano y si lográbamos terminarlo antes de la hora nos dejaría ir.

–Esto es completamente ridículo –murmura la chica a mi lado.

La ignoro por completo, tamborileando con mis dedos una melodía creada en mi cabeza.

–¿Hola? Al menos podrías intentar ayudarme –suelta con irritación. Nuestros ojos finalmente conectan.

–Yo duermo mis horas completas, no se tú –respondo con cierto sarcasmo, provocando que la vena de su frente comenzara a sobresalir.

–No es gracioso.

Me encogí de hombros.

–Nunca dije que lo fuera.

–Oye, no sé quién te crees pero estoy segura que saldremos más rápido de este infierno si aportaras un poco de tu ayuda.

–Estoy seguro que estoy bien aquí, si no te importa –suelto con una sonrisa fingida mientras me colocaba los cascos. Hannah mueve los labios en forma de reclamo pero yo finjo no entenderle señalando los aparatos en mis orejas.

Finalmente se da por vencida y hunde la cabeza en el escritorio. Cierro los ojos y me dejo llevar por el mundo de la música, permitiéndome imaginar que era yo quien tocaba la batería en cada canción que saltaba.

En serio lo deseo tanto.

Salgo de mi pequeña ensoñación cuando unas manos zarandean mi cuerpo con firmeza. Abro los ojos sin entender que sucedía o cuanto tiempo había pasado.

–Creo haber dejado claro que...

Hannah coloca una mano sobre mi boca, confundiéndome completamente. Noto que estaba más pálida de lo que habitualmente era y como su rostro reflejaba terror puro. Su mirada ni siquiera estaba en mí, porque ella no era capaz de apartar la vista de la puerta del salón.

–¿Ahora me dirás que ves fantasmas y estamos rodeados de ellos en este momento? –pregunto al apartar su mano. No parece hacerle algún tipo de gracia. Estoy dispuesto a exigirle que me responda cuando un ruido ensordecedor llega mis oídos, aumentando los latidos de mi corazón con rapidez.

Un disparo.

Y luego otro.

Hannah es capaz de conectar su mirada con la mía, tratando de decirme que a eso ella se refería.

Mi corazón se desboca al escuchar otro disparo, pero soy capaz de mover los labios para preguntarle por la profesora, quien no se encontraba en el aula. La chica traga saliva y señala la puerta.

Mierda.

Le hago una seña con las manos para que se quede en su lugar mientras me levanto en completo silencio. Ella parece entrar en pánico pero con una simple mirada le hago entender que volveré. Trato de no perderla de vista mientras me dirijo a la salida del lugar.

Siento que el corazón se me saldrá en algún momento del pecho pero reúno el valor necesario para mirar a través de la pequeña ventanilla de aquella puerta de madera. Al principio la vista no es muy clara, pero cuando cambio de posición, siento la sangre helarse en mi cuerpo.

El cuerpo de una mujer tirado en el suelo y un tipo encapuchado con un rifle entre sus manos mientras le metía otro tiro desde la distancia.

EL CAOS QUE NOS UNIÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora