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Capítulo 12:
"El inicio... ¿otra vez?

Nota mental:
No estés siempre a la defensiva.

A: entonces

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A: entonces... no te tragó ninguna tribu canibal?

H: qué? por qué pensarías eso?

A: he leído muchos testimonios de esas cosas.

H: lees muchos cómics, Austin.

H: existe algo llamado vida real, te la presento.

A: estoy seguro que te echaron algún embrujo.

A: no es posible que vengas tan amargada de Hawaii.

H: tu me amargas la vida.

A: lol, que mentirosa.

H: jodete.

No puedo evitar sonreír al leer el último mensaje.

Hannah se había ido de vacaciones la última semana, por lo tanto, no la vería de nuevo hasta hoy. Y aunque nunca lo admitiría, su corta ausencia había dejado un pequeño vacío en mi día a día.

Estoy a punto de responder cuando escucho el timbre resonar por todo el lugar, indicando así, nuevamente el inicio del año escolar. Tomo una larga bocanada de aire antes de obligar a mis pies cruzar aquellas puertas. Mis vista pasea por el lugar de manera tensa. No había podido pegar un ojo en toda la noche pensando en que al día siguiente tendría que recorrer los mismos pasillos de hace un mes donde dos desquiciados nos querían arrebatar la vida.

Niego con la cabeza en un intento de alejar los recuerdos de mi cabeza y prometiéndome una vez más a mi mismo que sería capaz de superar esta mierda. Solo esperaba poder cumplirlo.

Luego de superar el nuevo protocolo del instituto donde un guardia de seguridad nos chequeaba completamente antes de pasar la entrada, me dirijo rápidamente a mi respectiva aula. Antes de entrar, observo de reojo a un grupo de estudiantes rodear el altar conmemorativo hacia la profesora García. Miro la foto de aquella mujer por unos segundos antes de finalmente ingresar.

H: te comió la lengua el ratón?

A: no es el gato?

H: es lo mismo.

A: creo que tienes la percepción bastante alterada, Clark.

H: tu tienes la cabeza bastante alterada.

A: es lo mejor que tienes?

H: eres imposible.

A: lol.

Por suerte, las horas transcurren y el ambiente tenso que nos rodeaba en la mañana se aligera poco a poco. El silencio de los pasillos es reemplazado por los cuchilleos de los estudiantes, al igual que los rostros nerviosos son cambiados por pequeñas sonrisas.

Imagination de Foster The People se reproduce a través de los cascos cuando me siento en mi mesa habitual de la cafetería, aquella que siempre me ha mantenido alejado del resto. Comienzo a engullir mi hamburguesa de manera distraída con la música de fondo hasta que siento la presencia de alguien frente a mí.

–Hola, friki –saluda con una sonrisa, sosteniendo una bandeja entre sus manos.

–Clark –saludo del mismo modo.

Por un momento pienso que solo va de paso, que saludaría y luego seguiría de largo para encontrarse con los idiotas de sus amigos, pero no puedo evitar abrir los ojos con sorpresa al ver cómo tomaba asiento frente a mí.

–¿Qué haces? –susurro inclinándome sobre la mesa para que solo ella me escuchara.

–Perdón, ¿esperas a alguien? –suelta con cierta ironía.

–No, pero...

–Entonces puedo sentarme –dictamina con voz firme antes de comenzar a comer su ensalada.

Me quedo en completo silencio y por mas que intento hacer lo mismo con mi comida, no puedo evitar sentir como cientos de pares de ojos caen sobre nosotros. Y aunque muy en el fondo disfruto el rostro enrojecido de Tyler, la incomodidad me invade cuando a algunos estudiantes susurrarse entre ellos mientras me miraban.

–Oye, agradezco el gesto pero no es necesario –murmuro, acercándome nuevamente. Hannah me mira sin comprender–. No necesito que te apiades de mí en el instituto.

–¿Apiadarme de ti? –pregunta con gesto indignado.

–Lo último que necesito en este momento es tu compasión –digo con cierta frustración. Hannah me mira con cierto dolor en sus ojos.

–¿Eso es lo que crees que estoy haciendo?

–Eso es justamente lo que creo que haces.

–Eres un idiota, Austin –sisea con odio, entrecerrando los ojos. Siento la ira crecer dentro de mí.

–¿Por qué no me dejas en paz y vuelves con tus amigos de mierda, Clark? –siseo del mismo modo.

–El único amigo de mierda presente eres tú –grazna con rencor. De repente, su rostro borra todo tipo de sentimiento, quedando completamente serena–. Ahora, si el imbecil de tu mellizo malvado que solo existe en tu cabeza me deja terminar mi ensalada, se lo agradecería.

Y de manera sorpresiva, aún con su mala cara y el atisbo de querer golpearme en cualquier momento, Hannah Clark se queda en la mesa para terminarse su maldita ensalada en completo silencio. Aguardo unos momentos, intentando descifrar en qué momento se hartará de la situación y se largará a donde pertenece. Pero increíblemente, la niña pija se mantiene en su lugar, incluso si eso solo aumentaba el murmuro entre el resto de idiotas presentes, quienes seguro habían notado nuestro pequeño intercambio de insultos.

Suspiro.

–Lo siento –digo finalmente, bajando la mirada a mi bandeja ya vacía.

–No estoy aquí por compasión.

–Lo sé, yo solo...

–No sé si lo has notado, pero no soy el tipo de persona que crees que soy, Austin Gallagher. Y si en serio piensas por un momento que me interesa algo de lo que los demás estén hablando de mí a mis espaldas en este momento, estás completamente equivocado.

El timbre que indicaba el fin del descanso suena por todo el lugar. Sigo con la mirada a Hannah, quien se levanta con el rostro completamente serio y colgando su mochila en su hombro en el proceso.

–Hannah, yo... –intento hablar, pero ella no me lo permite, colocando la palma de su mano abierta frente a mi rostro en un gesto de que me callara la boca.

–Lo que trato de decir, es que te estoy demostrando que realmente quiero esto, sobre cualquier cosa. –sus manos se aferran con fuerza en las tiras de su mochila–. A ver si tú también eres capaz de demostrar lo mismo.

Y sin más que decir, Hannah se aleja en grandes zancadas. Siento un mal sabor de boca al repetir sus palabras en mi cabeza, sabiendo perfectamente que la niña pija tenía razón.

Por mucho que me costara admitirlo, Hannah Clark me importaba, más de lo que pudiese confesarle alguna vez. Pero una pequeña parte de mí, aquella acostumbrada al desastre, no paraba de recordarme que nuestras vidas eran muy diferentes y que al final del día, ella podría ser capaz de recordármelo de la peor manera.

EL CAOS QUE NOS UNIÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora