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Capítulo 28:
"Una punzada en el corazón"

Nota mental:
No te confíes.

–Abue, me voy al trabajo –anuncio en voz alta mientras acomodo mi mochila en el hombro

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–Abue, me voy al trabajo –anuncio en voz alta mientras acomodo mi mochila en el hombro. Lorena se acerca para darme un beso en la mejilla, como usualmente lo hacía.

–Te quiero, mijo.

–Yo a ti.

Le doy una sonrisa antes de salir, encontrándome con un auto negro que por alguna extraña razón siempre estaba perfectamente pulido. Suspiro con resignación. Hannah había insistido tantas veces en que Héctor se encargara de llevarme al trabajo que no tuve más opción que permitirlo. Al menos, se veía satisfecha con mi respuesta. Abro la puerta de copiloto para acomodarme en el asiento. No conocía las reglas de un chofer, pero a Héctor parecía agradecerle.

–Hola, compañero.

–Buen día, joven Austin.

–¿Puedo decirte compañero? ¿O debo mantener la formalidad?

Héctor me regala una sonrisa, arrancando el auto.

–Como usted prefiera.

–Bien. –Asiento–. ¿Le gusta el rock, compañero?

–Bastante.

–¡A mi igual! ¿Puedo encender la radio?

Héctor sonríe con gracia y con un movimiento de cabeza, me permite colocar mi playlist en el recorrido. No entendía mi buen humor. Tal vez era por haber anotado la jugada ganadora para el equipo el día anterior o que pronto ya tendría el dinero suficiente para comprarle el medicamento a mi abuela.

Podría también considerar que mis calificaciones habían subido con ayuda de Hannah. Y el hecho de verla con mi nombre en su espalda. O el hecho de haber besado a la niña pija frente a todo el instituto en mi momento de euforia.

Definitivamente, aquello habría sido el último escenario ficticio que mi cabeza hubiese creado meses atrás. Pero había sucedido. Y había sido increíble.

Más bien, fantástico.

¿Sería el término correcto?

Tal vez no abarcaba realmente lo que sentía en mi pecho al recordarlo.

¿Inverosímil?

Estaba seguro de que me estaba inventando esa palabra, pero parecía describirlo perfectamente.

Mierda, estaba volviéndome loco.

Repito tantas veces el día anterior en mi cabeza que no soy capaz de notar nuestra llegada al hotel  hasta que Héctor apaga el motor.

–Hasta luego, compañero.

–Tenga un buen día, joven Austin.

–Lo tendré –aseguro con una sonrisa.

EL CAOS QUE NOS UNIÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora