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Capítulo 15:
"Cuando las personas toman un nuevo rumbo"

Nota mental:
No pierdas la cabeza.

De algo podía estar segura

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De algo podía estar segura.

Me había vuelto completamente loca.

–¡Clark, concéntrate!

Doy un pequeño respingo al escuchar la dura voz de la señora Steele, quien me lanzaba una mirada feroz en este momento. Me disculpo con una pequeña sonrisa inocente para seguir nuevamente el ritmo de la rutina.

Próximamente iniciaría la temporada para nuestro equipo de fútbol, el cual llevaba una racha como invictos en el primer lugar desde hace tres años, por lo tanto, esta sería la decisiva para muchos de los chicos quienes quisieran conseguir una beca deportiva fuera de California, incluyendo al mismo Tyler.

Aunque Tyler siempre ha sido más de los negocios, había algo que le ganaba a todo eso y era el fútbol.

–¡Clark!

Mierda.

Mi mente divagaba tanto que ya ni siquiera entendía qué era lo que realmente me mantenía de este modo, o tal vez si. Si lograba concentrarme, aún podía sentir esa sensación que me dejó al pasar lentamente su lengua por mi...

–¡Suficiente por hoy!

Todas las chicas a mi alrededor, incluyendo mis dos mejores amigas, sueltan un suspiro. Caminamos en completo silencio hasta las gradas para recoger nuestras mochilas y aunque sé que la entrenadora me manda una mirada de tenemos-que-hablar, decido ser feliz e ignorarla por esta vez, comenzando a dirigirme al interior del instituto con mis compañeras.

–Hoy estaba insoportable –comenta Rachel a mi derecha.

–Totalmente –respondo de manera distraída mientras desbloqueaba mi móvil. Mi corazón se acelera un poco al ver la notificación de que había recibido un mensaje, pero así como la emoción vino rápidamente, se fue de la misma manera al ver que era de Tyler.

T: quieres que te visite en la noche?

–Eso es porque Hannah estaba distraída –habla esta vez Laura.

Miro con cierto desconcierto a mi rubia amiga, que se encontraba a mi izquierda y parecía perderse también en el móvil.

–No estaba distraída –contraataco.

–Si lo estabas –canturreó aún sin mirarme, tecleando algo en su pantalla.

Por alguna razón, aquel comentario me molesta, comenzando a sentir un extraño nudo en el estómago. Estoy dispuesta a abrir mi boca y soltar lo primero que se me viene a la mente cuando soy interrumpida por Rachel.

–Bueno, Laura –comienza la morocha, enviándome una mirada asesina, haciéndome rodar los ojos–. ¿Qué te pareció tu primer día en el equipo?

Desde su llegada de Oregon, nuestra rubia amiga mostraba ciertas actitudes fuera de lo normal. Tales como maquillarse —decía que era una pérdida de tiempo—, unirse al grupo de porristas —prefería irse a la biblioteca— o incluso faltar a las primeras horas de clase, lo cual, en ella era lo más extraño que había hecho en todos los años qué nos conocíamos.

–¡Genial! –exclama con demasiada alegría, haciéndonos saltar en nuestro lugar ante la repentina emoción–. Ahora entiendo porque les gustaba tanto ir.

–Si, increíble... –le sigue Rachel de manera forzosa, enviándome una mirada de auxilio.

–Laura –trato de llamar su atención, aunque la chica no parece muy interesada y sigue con su vista en el móvil–. Te has maquillado hoy, pensé que no sabías hacerlo.

Finalmente conecta su mirada con nosotras para darnos una sonrisa a medias y sin mostrar los dientes.

–¿Y qué? ¿Ustedes pueden y yo no? –suelta con el ceño fruncido.

–¿Qué? Laura, eso no es... –intento hablar pero soy interrumpida cuando la mencionada se coloca en frente de nosotras, obligándonos a frenar nuestro paso.

–¿Creen que solo porque soy la ñoña del grupo no tengo derecho a unirme al club de porristas y maquillarme como ustedes?

Suspiré. El resto de estudiantes tenían la estúpida tradición de colocarle apodos a todo nuestro grupo social, no era un secreto para ninguna de nosotras que nos incluían en su pequeña tradición. Rachel era la fácil, Laura era la ñoña y yo era la niña pija.

–Cariño, nunca hemos dicho que... –esta vez, Rachel es la interrumpida.

–¿O es que acaso tienen miedo de que yo pueda quitarles el puesto a ustedes? –nos dice con cierto reto en su voz.

Abro la boca de la impresión y puedo confirmar que Rachel tiene la misma expresión cuando conectamos nuestras miradas de desconcierto. No soy consciente de cuánta molestia había crecido dentro de mí hasta que abrí la boca.

–Vete a la mierda, Laura –solté con fiereza.

Ambas chicas me miran con mucho asombro, ya que nunca había sido propio de mí hablarles de este modo, no importaba que tan enojada estuviera. Solo que esta vez, me estaba colmando bastante la paciencia.

–Si quieres intentar cosas nuevas es tu problema pero, por favor, no intentes hacerlo con la personalidad barata de tus primas.

Mis dos mejores amigas quedan en completo silencio, con la única diferencia en lo que sus miradas me transmitían. Mientras una me miraba con cierta diversión, la otra parece arrepentirse.

Y aún así, fue capaz de sonreír con hipocresía.

–Hasta mañana, chicas –se despidió como si nada, dando media vuelta para empezar a caminar.

Quiero ir detrás de ella, pero la mano de Rachel me detiene, obligándome a tratar de respirar con normalidad nuevamente.

–Es una... –no soy capaz de terminar la frase.

–¿Perra? –me sigue con gracia.

–¿Cuál es su problema?

Rachel se encoge de hombros, mirando en dirección a donde se había ido nuestra amiga.

–Supongo que pasamos de moda.

No puedo evitar reír ante el chiste de mi amiga, contagiándole rápidamente. Seguimos nuestro camino y aunque en el fondo me duele la actitud de Laura, soy consciente de no poder hacer algo para cambiarlo, porque sabía muy bien quienes eran las que estaban detrás de todo esto.

Luego de dejar a Rachel en su casa, me dirijo a mi hogar en completo silencio, completamente sumida en mis pensamientos. Sentía que necesitaba algo pero no lograba saber qué era aquello, dándome una sensación de vacío en mi interior.

Y no supe que era aquello hasta que, mientras analizaba el techo de mi habitación como si tratara de descifrar algún acertijo, sentí mi móvil vibrar en mi estómago.

A: sal.

El terrible revoloteo de mi corazón hace doler mi pecho y por fin entiendo que era aquello que estaba buscando de manera inconsciente.

Rápidamente me levanto para acercarme al espejo y verificar que no luzco como enferma. Peino mi cabello con mis dedos de manera ágil y alisó mi uniforme de porrista con cierta torpeza. Recorro mi reflejo una última vez antes decidirme a salir.

–Hannah Clark, tú definitivamente te has vuelto desquiciada –susurré con una pequeña sonrisa.

Pero, de algún modo, me agradaba.

EL CAOS QUE NOS UNIÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora