Capitulo 5

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Aquella mañana me levanté tarde.

No había escuchado sonar el despertador y me maldije todo el camino rumbo a la escuela. Estaba completamente furiosa por ser tan descuidada. No volvería a pasar toda la tarde en casa de Charlotte; la universidad era importante para mí y no iba a descuidarla.

Al llegar a la escuela, era tan tarde que el profesor de Química no me dejó entrar al salón. Otro motivo para ponerme furiosa, había pasado casi toda la noche terminando el proyecto y no iba a poder entregarlo por haberme quedado dormida.

Me desplomé en el suelo y apoyé la cabeza entre mis manos mientras intentaba relajarme.

—¿Qué haces aquí, boba? —aquella voz tan familiar me hizo levantar la cabeza.

Mi mejor amiga, Nessa se encontraba de pie a mi lado con una sonrisa burlona en el rostro.

— Smith no me dejó entrar —dije haciendo una mueca de fastidio.

Ella negó con la cabeza.

— Tienes suerte de que tenga hora libre. ¿Vamos a desayunar?— dijo.

Miré mi reloj y comprobé que aún era temprano. Me levanté y caminamos hasta la cafetería del campus.

Después de pedir un generoso desayuno, nos sentamos en una pequeña mesa a comer y charlar.

Nessa no paraba de hablar del chico que había conocido el fin de semana: Mew Suppasit. Al parecer le había invitado a salir el próximo fin de semana y no paraba de mencionarlo.

— ¡Es tan lindo! — dijo dándole un sorbo a su café. Yo sonreí. — Me dijeron que solía ser un patán de primera pero después del accidente que tuvo con sus amigos, cambió.—

— ¿Tuvo un accidente? — dije intentando meterme en aquella conversación con mi amiga. Me encontraba completamente absortada en mis pensamientos.

— Si, Automovilístico. iba con sus amigos y, a lo que escuché, falleció uno de ellos y una de sus amigas quedó ciega.— Dijo Nessa con pesar. Sentí un extraño escalofrió recorrerme el cuerpo

— ¿Q-Qué?— tartamudeé.

— Si, bueno... El chico que murió se llamaba Emiliano Russey y la que quedó invidente Charlotte Austin.— Sentí que el estómago se me revolvió en ése instante.

— ¿C-Charlotte?, ¿Charlotte qué?— dije intentando calmar el temblor de mis manos.

— Austin- Repitió.— ¿Por qué?—

Negué con la cabeza enérgicamente. No podía ser la misma Charlotte, ¿O sí?, El apellido de Elena era "Medina". Tenía que ser otra Charlotte pero no sabía su apellido paterno, ¿Cuántas posibilidades había de que fuera alguien diferente?.

— Por nada— murmuré.

Aquella tarde, al terminar las clases, me dirigí a casa. No podía dejar de pensar en lo que me había contado Nessa. Quizás sería bueno preguntarle a Charlotte que había pasado aquel día de su accidente. No sabía que tan mala podría ser su reacción en cuanto le preguntase, pero tenía que intentarlo. Me metí a la ducha y al salir me puse mi perfume favorito. Ése que solo utilizaba cuando salía a fiestas importantes. Me vestí mis vaqueros favoritos y una blusa holgada con transparencias en la espalda. Cepillé mi cabello intentando domarlo sin éxito y me puse una capa fina de máscara para pestañas y brillo labial. Salí de mi casa y tomé el autobús rumbo a casa de Charlotte. Al llegar, toqué la puerta y me recibió Elena. Su expresión era angustiada y fruncí el ceño intentando averiguar qué había pasado.

— ¡Engfa!— dijo preocupada.

— Hola, ¿Qué sucede?,¿Está todo en orden? — dije mirándola con cautela.

Elena se frotó la cara con angustia. —Moví el banquito. Fue un accidente y...—Ahogó un sollozo. Yo ya podía imaginar lo que venía a continuación. — Cayó, sangró de la nariz, y yo...— No pudo continuar.

Subí las escaleras rápidamente sin poder esperar a que terminara de contarme algo que no quería escuchar de su boca, sino de la de Charlotte. Moví el pomo de la puerta intentando abrirla. Estaba cerrada con llave.

Toqué la puerta con brusquedad, pero nadie me abrió.

—Charlotte, ábreme —dije comenzando a sentirme más ansiosa de lo que ya me sentía.

—¡LÁRGATE DE AQUÍ! -gritó con furia desde el interior de la habitación. Yo di un respingo al escucharla hablar así.

No se parecía en nada a la Charlotte que había estado conmigo la tarde anterior.

—¡¿QUÉ NO ENTIENDES QUE QUIERO QUE TE LARGUES DE AQUÍ?!, ¡YA PROBASTE TU PUNTO!, ¡SOY UNA MALDITA INÚTIL, AHORA LÁRGATE AL DEMONIO DE AQUÍ!

El corazón comenzó a latirme fuertemente dentro del pecho. Elena estaba a mi lado y la miré.

—¿Tienes llave de esta habitación? —pregunté.

Ella me miró dudosa, pero me entregó un llavero. —Es la única plateada. —indicó.

Tomé la pequeña llave plateada y la introduje en la abertura. Abrí el cerrojo. Cuando abrí la puerta, tuve que volver a cerrarla porque un zapato salió disparado en mi dirección. El golpe sordo de la madera de la puerta me hizo dar un salto y chillé. Si no hubiera reaccionado tan rápido, me habría golpeado en la cara.

—¡¿Qué demonios está mal contigo?! —chillé con la voz una octava más arriba de lo normal.

Nadie me respondió.

—¡Lánzame lo que quieras, no voy a irme! —solté de pronto enfurecida.

Entré a la habitación y otro zapato voló en mi dirección. Yo me agaché justo a tiempo para esquivarlo.

—¡Deja de actuar como si tuvieras cinco años! —chillé en su dirección.

—¡Nadie te pidió que entraras!, ¡Lárgate de una maldita vez! —me espetó enfurecida.

—¡ERES UNA IMBÉCIL! —le grité encolerizada.

El silencio invadió la habitación. Mi pecho subía y bajaba al ritmo de mi pesada respiración. Estaba furiosa. Completa y absolutamente furiosa.

—Le dijiste imbécil a una ciega —siseó ella. Como si la culpa pudiera hacerme retractarme de haberlo dicho.

Me reí amargamente y solté. —Le dije imbécil a una imbécil—Pude ver como su cuerpo se tensaba con la rabia que sentía. Pero no me importaba. Yo sólo intentaba ayudarle y ella se comportaba como si yo fuera la culpable de todos sus problemas.

—Lárgate. —soltó con voz grave y amenazante.

—Quiero que sepas que, si me voy, no voy a volver nunca. —dije intentando tranquilizarme.

—Nadie te ha pedido que vengas, en primer lugar. —me dijo con amargura.

—No va a haber nadie en esta ciudad que esté dispuesto a ayudarte si tú no cambias tu actitud—comencé — Deja de comportarte como una víctima porque no lo eres. Mejor dale gracias a la vida que estás vivo, no como Emiliano Russey—

—¿Q-Qué dijiste? —tartamudeó.

En ese momento comprendí lo que acababa de hacer y me quedé completamente muda mirándola.

—¿D-Dónde supiste lo de Emiliano? —dijo con la voz entrecortada.

Yo no pude responder.

Si pudiera haberme fulminado con la mirada, lo habría hecho. Estaba segura.

Tenía el rostro completamente desencajado y, a pesar de tener la mirada fija en la nada, podía notar el coraje en sus ojos.

—¡Maldita sea, Engfa, responde! —me espetó.

Autor original: Sam Leon.

ESTA HISTORIA NO ES MIA

ES UNA ADAPTACIÓN, TODOS LOS DERECHOS A SU AUTOR ORIGINAL.

Though I Can't See You ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora