La blusa se levantó un poco y dejo ver que en su cadera había una libélula negra, que aunque parecía moverse, estaba impresa en su piel. La madre la sostuvo de las muñecas, la empujó contra la pared y le levantó la blusa para inspeccionar bien el tatuaje secreto de su hija. Entonces le grito
¡¿Que es esto, Daniela?!¡Tan solo eres una niña para empezar a marcarte como una pu...!Daniela forcejeo para liberarse del agarre de su madre. A sus 14 años ya había vivido esta situación varias veces. Nunca podía escaparse así que mejor decidió rendirse y llorar.
¡¿Quien te hizo eso?!
Daniela se cubrió el rostro y solo se atrevió a cubrirse el tatuaje. La madre la abofeteo tres veces en la misma mejilla. La primera vez Daniela escucho un pitido en los oídos. La segunda vez mareos y la tercera vez solo recuerda el sonido.
Al recuperarse del suelo, estaba desnuda, había algo tibio qué se acercaba como el abrazo de su difunta abuela, que quizás venía a protegerla como otras veces. Daniela trato de extender la mano hasta la luz que emitía su nana sonriente. Otra mano impidió que tocara esa estrella, un mano ardiente, de un amor convertido en ira. Ahora la abuela era una luz triangular rojiza, hierro encendido.
Era una plancha para ropas calentada al fuego qué se acercaba como pisotón hacia la libélula. Daniela no podía moverse. En su mente le gritaba al insecto tatuado "Vuela, Vuela, huye" pero parecía que era demasaido inocente como para pensar que su madre podría hacerle daño.
Daniela cerró los ojos y dijo "Vuela"
De una patada envío a su madre hacia el otro lado de la habitación, y la plancha le cayó en el regazo abriéndole a la señora un hueco en la falda y en el muslo.
Daniela salió corriendo desnuda y cuando se miró en la cadera ya no tenía su tatuaje. Pareciera que ella era ahora la libélula huyendo sobre el jardín, la verja, la calle y dios sabe hasta donde debe haber llegado que nunca más regresó.
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Tatuajes para no mostrar
Short StoryLa piel lleva marcas que nos identifican, tatuajes que nos hizo el pasado, dolorosos todos. Algunos nos adornan, otros nos estigmatizan. Ninguna piel está a salvo de las agujas invisibles.