Erstes armband (der Anfang vom Ende)

131 12 0
                                    

"Cuerpo rodeado de flores y de cirios,

vida y vicio; 

su danza de improperios

cristales quebrados

vivir al borde

con el rostro endurecido

Ser humano, no mueras!"

El jugo de ciruela  estaba lleno en el refrigerador

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El jugo de ciruela  estaba lleno en el refrigerador.

La chaqueta de cuero negra recién comprada estaba colgada en una de las sillas de la cocina.

La olla llena de fideos crudos y cubierta con la tapa ya burbujeaba.

Y encima de la mesa una caja rosácea de tamaño mediano con una cinta verde agua aguardaba allí. Quieta y casi no tocada. Intacta.

Un chico de largo cabello negro, delgado, ojos marrones cansados y un maquillaje y manicura oscuros desprolijos y emborronados, se encontraba caminando tranquilamente desde el pequeño pasillo hasta la cocina, cargado de libros escolares y cuadernos. Los soltó encima del sillón sin ningún cuidado por el peso que le exigían los objetos a sus delgados brazos. El chico suspiró y entonces escuchó el sonido que hace el agua cuando cae sobre el fuego.

–¡Mierda! –Exclamó corriendo hasta la cocina. 

Las burbujas de la olla se habían rebalsado y ahora escurrían de esta cayendo sobre el fuego.

El muchacho retiró con cuidado de quemarse la tapa de el objeto de metal y las burbujas rápidamente se redujeron a cero de nuevo.

Bill, como se llamaba, tomó una cuchara de palo y revolvió un poco aquella comida. Dejó la tapa en la mitad de la olla y salió corriendo hacia su habitación, dónde buscó su mochila. De vuelta en la sala, metió con apuro y sin ningún orden todos los libros a su mochila y de un vaso que su madre y él ocupaban para dejar lápices de repuesto ya que ambos eran muy distraídos, sacó un bolígrafo y lo introdujo en su bolsillo.

Cerró su mochila, con mucho cuidado de no romper la cremallera, ya le había pasado dos veces durante ese cálido mes de Abril. Los fideos estaban listos al fin. Así que simplemente apagó el fuego y tomó el colador y filtró todo el agua que se deslizó lentamente por el lavaplatos. Dejó nuevamente los fideos en la olla, y caminó hasta la puerta, dispuesto a salir. Pero aquella caja rosa lo hizo devolverse corriendo y tropezando con un par de botas de agua. Tomó con suma delicadeza la caja y la llevó hasta su cuarto. Lo último que quería era que su madre se enterara de la romántica caja que le habían obsequiado y él ni siquiera había tenido la oportunidad de abrir. La dejó debajo de su cama, se observó por ultima vez por el espejo con pequeños dibujos de estrellas y salió de el pequeño departamento en el que vivía él y su madre.

Bracelet, TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora