-Recuerda, yo lo amo más que a nada, escucho su voz en cada canción, veo sus ojos en cada estrella, percibo su sabor en cada ciruela, siento su piel en cada malvavisco, siento su aroma en cada flor, nunca desprecies a quienes amas, porque algún día...
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–¡MARISSA, POR FAVOR! ¡AYÚDAME! ¡TE LO RUEGO! ¡NO LOS DEJE-
Cachetada.
–¡Cállate maldita zorra! ¡Agradece que soy yo!
Miré al piso. Ese amable piso de cristal que me ayudó a distraerme de la mierda que estaba pasando.
En eso, apareció Tom.
–¿T-Tom? ¡TOM! ¡POR FAVOR AYÚDAME! –Exclamé.
–Joder Bill, no. Que asco. Esperaba más de ti. Ojalá te mates de una vez. Tantos traumas y ahora esta mierda. Déjame en paz. No quiero a alguien como tu en mi vida.
En mi vida.
En mi vida.
En mi vida.
–¡Joder! –Exclamé, sobresaltado.
Putas pesadillas.
Comenzó a sonar el teléfono.
Tom.
Intentando salir de entre las sábanas, me caí al piso.
–¡Mierda!
Tomé el teléfono y descolgé la llamada.
–¡Tom! –Grité casi en un tono desesperado.
–¡Bill! –Me imitó por teléfono sin entender.
Yo lloré a mares en silencio mientras la llamada seguía.
–¿Te encuentras bien? –Preguntó.
–E-eh, si, si, no te preocupes. –Me sequé las lágrimas y miré al piso.
–Mmmjm... –Me fregué los ojos con la manga de la camiseta.–¿Para que me llamabas?
–¡Oh! Verdad... –Rio.–Estamos en mi casa con Sabine, en el ático, está la novia de mi papá arriba y nos estamos escondiendo de ella, es irritante... ¿Quieres venir? Tu solo debes entrar por la puerta de la cocina.
Este tipo de cosas me ponían nervioso. ¿Entrar a escondidas? Joder, era el tipo de cosas que evitaba. Pero aún así...
–Okey, voy en unos minutos.
–¡Genial! Te vemos aquí. –Exclamó emocionado y cortó la llamada.
Suspiré y me coloqué una sudadera gris oscuro y unos pantalones nada especiales de color negro. Antes tenían purpurina negra, pero yo la arranqué. Dejaron de ser especiales.
