Dreiundzwanzigstes armband (Weinen und die Schwanenprinzessin)

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"A veces, las memorias felices son las que duelen más".

"A veces, las memorias felices son las que duelen más"

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Omniscient pov's narrator:

Simone se quedó estática. Quieta.

Lo observó con una especie de pánico dulce que pronto se transformó en miedo y finalmente aceptación. Pero al final lo negó todo en su mente y sonrió.

–¿Mamá? –Le preguntó Bill confundido.

–Hijo, perdón, es que me tenías asustada. –Suspiró su madre yendo hasta él, con ganas de abrazarle, pero recordó que ya no podía hacerlo, así que simplemente le dio una sonrisa a Tom. –Es un gusto conocerte al fin, Tom, Bill me ha hablado mucho de ti. –Intentó calmar los gritos de su interior.

El rubio le devolvió la sonrisa y se acercó para saludarla con un leve abrazo. Ese abrazo... Simone lo sintió como ningún otro. Uno que había esperado tanto. Uno que realmente, pensó haber perdido de por vida.

Bill se mantuvo a un lado, con la mirada medio perdida. Tenía el vómito en la garganta.

En ese abrazo, Tom aprovechó de susurrarle al oído a Simone.

–No dejes que vaya al baño solo, la comida... –Contextualizó al final. A Simone se le cayó el mundo.

Tom probablemente pensaba que Simone no iba a entender la indirecta, que quizá Bill recién empezaba con esto de la comida. Pero Simone sintió volver en el tiempo, como su hijo vomitaba todo sin cesar, los infiernos que eran la hora de la cena o almuerzo, cena sobre todo.

Los platos de losa.

Como Simone pensaba, cuando Bill era pequeño "Ya de grande no tendrá la maña de comer". Pero solo empeoró.

Empeoró hasta casi morirse.

Simone asintió levemente, sin que Bill se diese cuenta de mayor interacción que un abrazo.

La mujer entró a la casa, dejando que ambos chicos se despidieran tranquilos, aunque, algo inquieta. 

Se inclinó sobre la mirilla de la puerta para poder indagar si había una despedida no amistosa. Sino algo más.

Desde el otro lado, Tom abrazó con delicadeza a Bill, manteniéndole en sus brazos un rato, Bill hizo un esfuerzo para no llorar de nuevo, con los ojos rojos gracias a los llantos interminables.

–¿Vas a estar bien? –Susurró Tom con delicadeza mientras acariciaba su espalda, cosa que hizo que Bill sintiese escalofríos.

El de cabello negro negó casi invisiblemente con la cabeza, pero dijo...

–Sí. –Susurró, antes de que se separaran.

Tom le dio un besito en la mejilla y le acarició el pelo.

–Vale, nos vemos mañana. Cualquier cosa me llamas. 

Bill asintió sorbiéndose los mocos avergonzado.

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