Sechstes armband (silver stars und Sabine)

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Nadie sabe esto,

pero nunca me recuperé del todo.

pero nunca me recuperé del todo

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Bill's pov:

Al día siguiente, me encontré a Tom justo en el mismo lugar que ayer al salir del edificio.

Lo saludé extrañado, y el me dedicó una pequeña sonrisa.

–¿Qué haces aquí de nuevo? –Pregunté confundido.

–Te la pasas solo, y me agradas, no quiero que estés solo, así que a partir de hoy, vendré a esta esquina a esperarte, sin falta todas las mañanas. –Me sonrió.

Me quedé mirándolo. En algún momento mi corazón comenzó a correr. Y mis pulmones parecían estar ahogándose de la manera tan rápida en la que respiraban.

Asentí con timidez y bajé la cabeza. 

El soltó una risita por mi acto.

–No tienes que tener vergüenza, somos amigos ahora, no te la vas a pasar solo. 

Las lágrimas amenazaron con desbordarse pero lo controlé. Bueno, lo intenté.

Una pequeña gota de agua se deslizó por mi mejilla, pero la limpié rápidamente.

–¿Te encuentras bien? –Me preguntó.

–¿Eh? Si, si, si, no te preocupes, estoy perfectamente. –Intenté sonreírle.

El me sonrió con dulzura, buscó entre sus bolsillos y sacó una pulsera hecha a mano de color negro, con pequeñas cuentas plateadas con forma de estrellas.

–Hice esto para ti, me di cuenta de que te gustan mucho los brazaletes. Sé que ya tienes muchos, y se que este está un poco deforme, pero justo tenía los materiales y me acordé de tí.

Ahora si mi corazón explotaría.

Ayuda.

Creo que mis ojos se están llenando de lágrimas porque no veo nada.

–Muchas gracias... –Intenté sonreír. –Enserio, muchas, muchas, muchas gracias, Tom. 

El me sonrió. 

–No tienes que agradecerme, Bill, es un regalo. Además, me siento un poco culpable por básicamente haberte obligado a fumar. –Se llevó la mano detrás de la nuca avergonzado.

–No te preocupes por eso, enserio, yo fui quien decidió fumar. No me obligaste a nada. –Traté de tranquilizarlo. –Muchas gracias por el brazalete... Amo las estrellas.

El sonrió tranquilo.

–Que bueno, camino aquí pensaba que quizá no te gustarían.

–Tranquilo, cualquier regalo me hace feliz.

Luego de ello, caminamos a la escuela. 

Llegamos, nos separamos, y no volvimos a cruzarnos en la escuela aquel día.

Pero a partir de allí, Tom siempre, siempre, siempre, sin falta me esperaba en la esquina de la calle del frente del edificio. Y así lo pasamos mucho días. Y con el tiempo se volvieron semanas.

(...)

Habían pasado dos semanas desde que había conocido a Tom, Se había vuelto en ese corto lapso de tiempo, mi mejor amigo. Era la única persona con la que estaba, realmente me agradaba mucho. Habíamos hablado de muchas cosas en ese corto tiempo. Pero cosas triviales, nada más. "Cuál es tu película favorita?" "Comida favorita" "Color favorito" Cosas así. No hablábamos de nada muy interesante, pero era porque nos estábamos conociendo. 

Por primera vez en esas dos semanas, me encontré a Tom en el instituto. Más bien, el me llamó, me vio en el pasillo, y me hizo señas para que viniera. Estaba con una chica, rubia, pelo hasta la mitad del cuello, ojos claros, piel algo tostada, pero no demasiado y Bajita. Típica chica alemana, excepto por la altura. 

Verla tan cerca de Tom, me hizo suponer que era su novia.

... Novia.

Fruncí el ceño.

–¡Bill! ¡Hola! ¿Cómo estás? –Me saludó el sonriendo.

Yo levanté la mano en señal de saludo, y me acerqué timidamente.

–Hola... –Hablé casi en un susurro. Debo aprender a hablar más fuerte, joder.

–Bill, ella es Sabine, mi– 

Ya sé, es tu novia.

–Mejor amiga. –Claro, claro, tu mejor amiga.

–Hola Bill, un gusto conocerte. –Me sonrió. Parecía ser dulce.

–Igualmente... –Le susurré intentando sonreír.

–Joder, tu pelo es precioso, ¿Cómo lo cuidas? –Me preguntó sorprendida al ver mi cabello.

La observé, de alguna manera me sentí realmente alagado, hace mucho que nadie me decía un cumplido.

–Eh... Uso una crema, es de mi mamá, pero ella no la usa, así que la tomé de su baño y nunca la reclamó de vuelta. Si quieres, te la puedo prestar, tengo dos botellas de esas. –Le dije con amabilidad.

Sus ojos parecieron iluminarse un segundo y sonrió ampliamente.

–¡¿De verdad?! ¡Me parece una idea genial, muchas gracias! –Me agradeció. 

–No tienes que agradecerme... –Le miré con tranquilidad.

–Ya, ya, Sabine, deja de atosigarlo. Bill, ahora iremos a un parque, ¿Quieres venir con nosotros? 

–Pero..¿Están seguros? No quiero molestarles.

Ambos rieron.

–No molestas, para nada, por eso te invitamos. –Sabine habló.

Lo pensé un momento.

–Está bien..

–Está bien

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