Capítulo 12

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—Ese hombre es un maldito dios —Louis respiró antes de meterse otro puñado de palomitas en la boca. —¿Alguna vez habías visto tantos músculos?

Harry tuvo que estar de acuerdo, pero su gusto en hombres iba más hacia pequeño y delicado. Había estado observando más a Louis que la película, mirándolo de reojo tan a menudo como era posible. Le encantaba la forma en que su compañero había jadeado y se había agarrado a él, prácticamente gateando a su regazo durante la película de terror.

Ahora habían pasado a la película de acción, y maldición, Louis había elegido una buena. Combinaba algunas escenas de lucha de primera calidad con muchos pechos y abdominales brillantes, desnudos y resbaladizos. Por lo que indicaba la tienda de campaña en sus pantalones de dormir, estaba disfrutando la película inmensamente.

Su polla le gritaba por ser el centro de la atención de Louis mientras palpitaba entre sus piernas. Envolvió un fuerte agarre alrededor de su deseo y se apoyó en el cabecero para disfrutar el tiempo con su compañero.

—Esto es agradable.

Sonrió y asintió por las palabras suavemente susurradas por su compañero. —Sí, nunca antes he hecho algo como esto. Me gusta.

—Tengo algo que creo que podría gustarte un poco más. —Louis se giró y se arrodilló en la cama delante de él, con un brillo travieso en sus ojos. Sacó sus manos de su espalda y le presentó un par de esposas y una botella de sirope de chocolate.

Intentando desesperadamente no tragarse su lengua, sus ojos se ampliaron y siguió asintiendo, como aturdido. —Oh sí. Me gusta. —Estiró el brazo hacia las esposas, pero Louis las mantuvo fuera de su alcance, mientras chasqueaba con su lengua.

—Quiero esos azotes. Luego voy a esposarte a la cama y a montarte hasta que grites mi nombre. ¿Puedes soportar eso?

Gruñó mientras arremetía contra su compañero, arrojándolo contra el colchón e inmovilizándolo por los hombros.

—Realmente hoy te comportaste como un niño en el centro comercial. Creo que necesitas que te recuerden quién está al mando aquí.

Louis tragó fuerte, mientras su boca se abría y su lengua salía para humedecer sus secos labios. —Oh, sí. Necesito que me castigues, Hazz.

Cerró sus ojos por un breve momento, intentando mantener el control. Su compañero demostraba ser demasiado tentador cuando se empujó contra él y restregó juntas sus erecciones cubiertas. Rodando fuera de la cama con un gruñido, se levantó a los pies del colchón y se bajó los boxers para dejarlos a sus pies.

—Desnúdate, y luego quiero que te estires ahí en la cama. —Su voz bajó a un tono ronco, bajo, rudo y autoritario. Nunca había escuchada nada así saliendo de su boca.

Louis asintió rápidamente, mientras saltaba de la cama y se quitaba los pantalones en tiempo récord. Se apresuró para ponerse delante suyo, luego se giró y se estiró en el colchón boca bajo, sus pies en el suelo, su culo alto en el aire.

—¿Así? ¿Así es cómo me quieres?

Acarició las redondeadas nalgas una a una, antes de darle una ligera palmada a cada una. — Esto es perfecto, cariño. No te muevas.

Louis empezó a alzar sus manos, su cabeza moviéndose para mirar por encima de su hombro. Lo palmeó con fuerza, su polla removiéndose mientras observaba su mano marcada aparecer en el culo de su compañero. —Dije que. No. Te muevas.

—Sí, señor —jadeó Louis.

Satisfecho con que su compañero obedeciera sus órdenes, se apresuró al armario y buscó por la parte de arriba hasta que encontró su pequeña bolsa de suministros. Sacando el delgado tapón anal y el lubricante caliente de la bolsa, volvió con su compañero y se arrodilló. Sin una palabra ni otros preliminares, separó las nalgas de Louis y lamió un largo camino hacia su agujero. Giró su lengua alrededor de la pequeña estrellita, gruñendo y gimiendo por el sabor de su compañero.

Fuego y cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora