El sol del mediodía pintaba destellos dorados sobre el patio del Instituto Victoria, donde los murmullos y risas de los estudiantes creaban una sinfonía bulliciosa. Sofía se adentró en la maraña de emociones que la envolvía, buscando con la mirada a Lucas y Martín entre la multitud.
Finalmente, los divisó cerca de un antiguo árbol de sombra reconfortante. Lucas sonreía con complicidad, mientras Martín parecía inquieto, como si algo lo agobiara. Al acercarse, Sofía notó el cambio en sus expresiones: un aura de misterio envolvía a ambos chicos.
—Sofía, ¡qué bueno que viniste! —exclamó Lucas, con una chispa traviesa en los ojos.
—Sí, necesitamos hablar contigo —agregó Martín, con tono serio.
Sofía se sentó entre ellos, sintiendo el peso de la tensión en el aire. Sabía que algo importante estaba a punto de revelarse. El silencio se alargó por un instante, como si el tiempo mismo detuviera su marcha para presenciar el desenlace de aquel encuentro.
Finalmente, Lucas rompió el silencio con una confesión inesperada.
—Sofía, hay algo que debes saber. Algo que cambiará todo.
Las palabras resonaron en los oídos de Sofía como ecos lejanos. Una sensación de vértigo la invadió, mientras sus pensamientos se agolpaban en busca de respuestas a un enigma desconocido.
—¿De qué se trata? —preguntó Sofía con voz entrecortada.
Martín tomó aire antes de hablar, sus ojos reflejaban una mezcla de pesar y determinación.
—Sofía, no sabemos cómo decírtelo sin herirte. Pero es hora de que lo sepas —dijo Martín con solemnidad.
El corazón de Sofía latía desbocado en su pecho. La incertidumbre y el miedo tejían un laberinto de emociones a su alrededor. ¿Qué oscuro secreto guardaban aquellos ojos que solían reflejar complicidad y risas?
Lucas miró a Martín brevemente antes de tomar la mano temblorosa de Sofía entre las suyas.
—Sofía, esto es complicado... pero debes saber que... —titubeó Lucas.
Un estruendo repentino interrumpió la confesión incompleta. El rugido del cielo anunciaba la llegada repentina de una tormenta imprevista. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el patio, creando un velo líquido que ocultaba las lágrimas y secretos compartidos bajo su danza efímera.
El destino había tejido sus hilos caprichosos sobre aquel encuentro inesperado, desafiando a los corazones entrelazados en un triángulo emocional imposible de ignorar.