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Después de contemplar maravillada la belleza del lugar, sentí cómo el corazón me latía con fuerza, como si estuviera a punto de desbordarse de emoción. La figura de Nicolás a mi lado parecía resplandecer con una luz propia, iluminando el bosque con su presencia serena pero vibrante a la vez.
― Nicolás, este lugar es... es simplemente mágico ―susurré, maravillada por la tranquilidad que lo envolvía todo.
Nicolás me miró con ojos profundos, brillantes de afecto y complicidad. Sin decir una palabra, tomó mi mano con suavidad y me condujo hacia el borde del estanque, donde la luz del sol bailaba en el agua cristalina.
― Aquí, en este claro oculto, el tiempo parece detenerse y todo cobra un brillo especial ―comentó Nicolás, su voz cálida como el sol de la mañana.
Cada instante a su lado era como un susurro del viento acariciando mi alma, despertando emociones que creía olvidadas. En un gesto espontáneo, acaricié la mejilla de Nicolás y encontré en sus ojos la chispa del amor que tanto tiempo había deseado hallar.
― Nicolás... ―pronuncié su nombre con suavidad, permitiendo que mis sentimientos fluyeran libremente.
Sin previo aviso, Nicolás me rodeó con sus brazos, envolviéndome en un abrazo reconfortante y profundo. Sentí el latir acelerado de su corazón como un eco del mío, uniendo nuestras almas en un instante eterno de amor y complicidad.
― Eres mi luz en la oscuridad, mi razón de ser, mi amor eterno ―le confesé en un susurro, dejando que mis emociones hablaran por mí.
Nicolás me miró con ojos radiantes, reflejando en ellos la promesa de un amor puro y verdadero. En ese lugar mágico donde los destellos dorados abrazaban nuestra complicidad, sellamos nuestro destino con un beso cargado de ternura y pasión, uniendo nuestras almas en un lazo eterno de amor y felicidad.
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