4. SI SALIMOS DE ESTA

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<< Los besos que perdí por no saber decir, te necesito >>

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<< Los besos que perdí por no saber decir, te necesito >>

Donde habita el olvido, Joaquín Sabina

***

JUANJO

San Sebastián, Guipúzcoa, marzo de 2024

Otra noche en vela y ya iban cinco con esta. Otra noche en la que me despertaba sobresaltado en ese incómodo sofá que ya debía tener la forma de mi cuerpo. Otra noche que el ruido de esos disparos se volvía a hacer real y me obligaba a abrir los ojos de golpe. Otra noche más en la que él seguía siendo mi prioridad.

Froté mi cara con mis manos, dejé escapar un resoplido y me puse en pie. Mi mirada como por inercia se dirigió hacia la cama donde se encontraba Martin. Él continuaba durmiendo, tan tranquilo y ajeno a todo que ni siquiera parecía que llevara cinco días sedado, y yo solo deseaba que despertara de una maldita vez.

En mi mente solo estaba él. En mis sueños solo estaba él. Pero en mis recuerdos más pasados también estaba él. En lo bueno, en lo malo y en lo peor de mi vida estaba él.

Siempre él, pero nunca <<nosotros>>.

Desde que leí esa carta que el guipuzcoano escondía en uno de los bolsillos de su cazadora, mi cabeza tenía una nueva razón en la que hacerme ocupar mis pensamientos. Porque al parecer tener a la única persona que había amado de verdad, postrada en una cama de hospital, luchando por sobrevivir, no debía de ser un motivo lo suficientemente sólido.

Me sentía el tío más estúpido sobre la faz de la tierra.

"Tan listo para unas cosas y tan gilipollas para otras, Juan José"; me reprendí a mí mismo.

Con haber sabido leer entre líneas, hubiera comprendido todas las señales que Martin, como si de miguitas de pan se tratase, había ido dejando a lo largo del camino que habíamos recorrido juntos. Pero no, yo por proteger mi maltrecho corazón decidí ignorar sus sentimientos, aunque también los míos.

Me maldecía una y mil veces por todo el valor que me faltó.

Quizás esta era la forma que tenía la vida de decirme que el ser un cobarde, tarde o temprano, se acababa pagando caro. Y quizás tenía razón porque fue mi culpa no darme cuenta de que lo tuve todo para ser feliz. Sin embargo, esquivé esa felicidad porque nunca creí que la mereciera, él tampoco merecía el daño que le hicieron mis dudas.

Ahora solo quería marcharme de aquí, cogerle de la mano y mirarle a los ojos. Clavar mi mirada en la suya, como nunca me había atrevido, mandar el resto del mundo a la mierda y que solo fuéramos los dos.

Dejé escapar un lánguido suspiro y me fijé en el cuaderno que, junto a un bolígrafo, Álvaro me había prestado un par de días atrás. Se lo pedí por favor para ver si despejaba mi cabeza de malos augurios e intentaba invertir algo de mi tiempo en trabajar sobre lo sucedido.

Jaque al rey | MAJOS // JUANTIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora