2. ERES EL ADIÓS QUE NUNCA SABRÉ DECIR

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<< En medianoche en el acantilado, yo llego tarde tú estás esperando

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<< En medianoche en el acantilado, yo llego tarde tú estás esperando. Ya frente a las olas imaginando cómo sería dar el salto >>

Riazor, Amaral

***

JUANJO

San Sebastián, Guipúzcoa, marzo de 2024

Me negaba a creer que aquella fuera la última vez que lo viera.

En mis planes no entraba tener que despedirme de él y menos hacerlo de esa manera. ¿Cómo cojones se habían podido torcer tanto las cosas como para estar a estar a punto de decirle adiós a la única persona a la que había querido? No, no me daba la gana de que ese fuera a ser nuestro final. Ni siquiera habíamos tenido un principio menos iba a aceptar que ahí se fuera a acabar todo.

Le había pedido por favor que no cerrara los ojos y que yo iba a mirar a los suyos si así los mantenía abiertos un poquito más. Le había suplicado que no se quedara dormido, que no se dejara llevar por ese falso sueño que se estaba apoderando de él. Me había dejado la voz y hasta gastado su nombre con tal de que siguiera despierto.

Nada de eso había funcionado.

Él se había quedado dormido y tal vez fuera para siempre.

La única certeza que tenía en esta vida de que merecía la pena vivirla se estaba desangrando en mis brazos, a causa de dos jodidas balas que habían tenido que ir a impactar contra su cuerpo, mientras yo no había podido hacer nada para impedirlo.

—Martin, no me hagas despedirme de ti— le susurré, antes de que el ruido de la sirena procedente de la ambulancia inundara el ambiente, y dejé un suave beso sobre su frente empapada de sudor frío.

Después de aquello me apartaron de él, para que los sanitarios pudieran hacer su trabajo, porque no quería moverme de su lado. No estaba preparado para verle marchar. Así que me quedé inmóvil, con los pies anclados al suelo, sintiendo como Ruslana y Alex tiraban de mi ropa para que no me moviera, pero tampoco hubiera podido porque mi cuerpo no era capaz de reaccionar a ningún estímulo.

Me había quedado petrificado como si yo fuera un mero espectador viendo lo que estaba sucediendo a mi alrededor y no quien lo estaba viviendo en carne propia. Para mí, desde el mismo momento que me puse en pie, fue como ver una escena sacada de cualquier película o serie de drama policiaco y no la historia de mi vida.

—Juanjo, tenemos que irnos— me pareció escuchar la voz de Ruslana mientras tiraba de mi brazo hacia el coche.

Al parece Alex ya me había soltado hacía un rato para marcharse con Martin en la ambulancia. Era su compañero de patrulla y su deber era estar con el vizcaíno e informar a sus superiores de lo que había ocurrido. O simplemente esa fue a la conclusión que yo llegué al no ser capaz de dar un paso en ninguna dirección.

Jaque al rey | MAJOS // JUANTIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora