5. TE ESPERARÉ HASTA QUE PODAMOS VOLVER A VER LAS OLAS ROMPER

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500 vidas, Amaral

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JUANJO

San Sebastián, Guipúzcoa, marzo de 2024

Me alegraba que ellas estuvieran aquí. Me alegraba también que una parte de mí, por pequeña que fuera, hubiera sacado fuerzas de donde no las tenía para llamar a Violeta y que en estos momentos ella y Chiara pudieran estar con su hermano y cuidar de él. Por más que no quisiera dejarle ni un solo minuto, por más que mis obligaciones me la sudaran completamente tenía que salir de aquellas cuatro paredes para poder saber qué (coño) fue lo que pasó esa fatídica noche.

Se lo debía a Martin, pero también me lo debía a mí mismo.

La breve conversación con mi amiga y compañera de trabajo, Ruslana, me había dejado bastante rayado. De hecho, entendía a la perfección su "amenaza" vía WhatsApp para que respondiera a alguna de sus llamadas. Según ella, en comisaría, tenían la certeza de que hubo varios fallos que nadie sabía cómo se pudieron pasar por alto durante la operación y que además los análisis realizados por los de criminalística aún arrojaban menos luz, pero sí más dudas.

A mí nada me encajaba en todo lo que sucedió desde que llegáramos a la zona del varadero y mucho menos en condiciones normales no tendría que haber pasado nada de lo que sucedió después, pero ni siquiera me había parado a pensarlo. Porque en mi defensa diré que a pesar de que mi mente era extrañamente lógica tenía algo más importante en lo que ocupar mis pensamientos.

Dejé a Martin al cuidado de sus dos hermanas, no sin antes susurrarle que volvería antes de que él despertara, y salí del hospital con la sensación de haber pasado años allí dentro y no unos cuantos días.

Fue verme en la calle y sentir la necesidad, casi de forma desesperada, de exhalar una bocanada de aire, hinchar mis pulmones de oxígeno para poder respirar profundo. El problema fue que era tal la tensión que llevaba acumulada, que por más que yo quisiera sacarla de mí de golpe, se había quedado tan instalada en mi pecho que ya ni siquiera podía simplemente respirar con normalidad. Solo me alcanzó para soltar el aire en forma de resoplido e intentar seguir adelante.

Cuando me sentí preparado para abandonar el recinto hospitalario, me puse las gafas de sol que colgaban del cuello de mi sudadera, saqué de uno de los bolsillos de mi cazadora la cajita de los AirPods, me puse ambos, y de uno de los del pantalón cogí el móvil. Mientras caminaba, porque había decidido hacer aquella media hora que separaba el hospital de la comisaría a pie, desbloqueé el aparatito e ignorando todas las notificaciones, pulsé el icono de Spotify y busqué entre todas mis playlists una que pudiera arrancarme el corazón en cada canción.

Jaque al rey | MAJOS // JUANTIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora